Frente a la presión democratizadora de la sociedad por la vía de la violencia, la movilización o el desprestigio, el sistema/régimen/Estado priista encontró el camino gatopardiano de cambiar para que las cosas sigan igual. La alternancia del 2000 no fue producto de la reforma, sino de la decisión del entonces presidente Zedillo de respetar el voto.
Pero de modo casi automático, toda reforma con posibilidades democratizadoras tuvieron su antídoto inmediato para neutralizarlas. Al final, ese brebaje mágico que ha anulado cualquier intención social reformadora no es más que un bacillus o bacilo priista que genera anticuerpos en el espacio social y anula la dinámica reformadora. Por ejemplo, en 1996 se le dio autonomía total al IFE pero la reforma de 2014 regresó al PRI el control del organismo electoral federal y los estatales.
Lo malo es que el PRI ha retomado el control político pero en medio de un enorme desprestigio social. Pero lo peor ha sido la incapacidad de la oposición para general reformas reales que rompan con la dependencia del PRI. Hasta ahora el poder real del PRI de localiza en la mayoría en el Congreso, pero desde 1997 la oposición no ha sabido ganar la mayoría legislativa; la experiencia del Grupo de los Cuatro en 1997 se ahogó en la disputa de egos y no en la construcción de reformas sin el PRI.
Ahora el problema político de México es la falta de legitimidad en el ejercicio del poder presidencial, no tanto por la calidad de los procesos sino por el porcentaje de votos. El presidente Peña Nieto ganó con el PRI sólo el 29 % de los votos y subió a 39 % con el Verde. Pero la fragmentación del voto con la aparición de Morena y los independientes podría bajar la victoria presidencial en el 2018 a menos del 30 %. Sin una mayoría real, el ejercicio de la presidencia entrará el próximo sexenio en una pérdida de maniobra.
De ahí la necesidad de la gran reforma del poder en función de tres medidas:
1. Elecciones primarias en cada partido para votar por los candidatos presidenciales y evitar así intentos de dedazos: en las urnas se votaría por el candidato de cada partido, extendiendo el modelo a gobernadores para eludir también los califatos caciquiles estatales. Los candidatos independientes son una aberración del poder por el dedazo de poderes dominantes en partidos. Los partidos deben ser canales de funcionalidad política, no oligarquías que deciden nominaciones en función de intereses de grupo. Los candidatos deben ser potestad de los electores de cada partido.
2. Establecer la segunda vuelta electoral en presidenciales si un candidato no gana el 50% de los votos, de tal manera que en segunda ronda haya sólo dos candidatos; ello obligaría a alianza y fortalecería la legitimidad presidencial.
3. Rehacer instituto electoral sacando de su seno a partidos o representantes legislativos, quitarle la credencial de elector y designar a funcionarios civiles fuera del congreso e intereses partidistas. El área jurídica de disputas electorales debería estar también ajeno a designación vía partidos.
Mientras no se tomen decisiones que rompan la estructura de dominación del PRI como cultura, praxis del poder y hegemonía oligárquica, la democracia mexicana será disfuncional y seguirá operando a favor de la élite burocrática del PRI pero con el aval de la oposición que se conforma con migajas colaterales de poder.
Sólo para sus ojos:
· Al abrir el año de las doce gubernaturas, los ojos están centrados en el PRI. Y ahí hay un cruce de intereses y poderes.
· No hay que perder de vista a Felipe Calderón Hinojosa porque va por el dominio del PAN.
· El gobernador poblano Rafael Moreno Valle prepara su estrategia para consolidarse en el 2016 en la elección de un gobernador poblano para dos años y desplazar a Margarita Zavala de las posibilidades de la candidatura panista.
· Los Chuchosno ha soltado el poder en el PRD y tienen acotado al presidente alquilado Agustín Basave. Lo peor es que los perredistas no entienden qué es eso de la socialdemocracia si han sido forjados en el modelo de dar beneficios a cambios de votos.
· Hay que registrarlo: el modelo de independientes se perfila como ineficaz en las presidenciales.
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