Los conspiranoicos del bienestar

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¿A qué responde tanta histeria? Una marcha copiosa, replicada en todo el país, fue suficiente para encender las alertas del régimen y descolocar a sus representantes y voceros. La reacción ha sido, a todas luces, desproporcionada.

Juntar la histeria con el poder es peligroso. Las autocracias siempre aducen la amenaza de fuerzas oscuras y poderosas, de dentro y de fuera, para justificar abusos, suprimir libertades, censurar, disolver partidos, imponer estados de excepción, etc.

¿Hasta dónde piensan llegar? ¿Es solo retórica para victimizarse, cerrar filas y recordar a sus votantes quiénes son los “enemigos del pueblo”? ¿O de verdad están atemorizados por supuestas intenciones golpistas? ¿O, sabiendo que son inventos, piensan recurrir a ellas como pretexto para quitar concesiones a una televisora, perseguir opositores, imponer la reforma electoral regresiva o lo que se les ocurra?

La paranoia es compañera de su histeria. Se atormentan pensando dónde y cómo surgió la marcha nacional del pasado 15 de noviembre que rompió el relato del “pueblo feliz, feliz, feliz”. La llamada navaja de Ockham establece que la explicación más simple suele ser la más probable y aplica para este caso.

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La convocatoria a la marcha de la Generación Z fue lanzada antes del asesinato de Carlos Manzo, pero este hecho la potenció porque mucha gente quería expresar su indignación y vieron en ella la posibilidad de hacerlo. Los anónimos convocantes hicieron suya la bandera de exigir justicia para el alcalde de Uruapan y se entiende: los jóvenes son las principales víctimas de la inseguridad; los están reclutando, desapareciendo y matando.

Pero nadie le dio más publicidad que la Presidenta. Al usar sus mañaneras para desinflarla, consiguió lo opuesto. Además y muy importante, el Movimiento del Sombrero anunció que una comisión se trasladaría de Uruapan a la Ciudad de México para participar en la marcha.

Si bien la inseguridad era el tema central, muchos aprovecharon la convocatoria difusa y horizontal para sumar sus legítimas y, en algunos caso, apremiantes demandas como la exigencia de medicinas. El resultado fue una multitudinaria y pacífica manifestación de amplio espectro. La provocación del Zócalo se cuece aparte.

Pero el régimen reaccionó mal. Optó por mentir y denunciar mano negra partidista para negar legitimidad a los reclamos –lo mismo que está haciendo con campesinos y transportistas. Que un joven firme un contrato con el PAN para crear contenido digital no lo hace panista, pero, aunque lo fuera, que haya invitado a acudir a la marcha no significa que dicho partido estuviera detrás de la movilización.

Bastaba ver los contingentes y su composición para darse cuenta que la gente se convocó sola y llegó por sus medios, expresando sus propios agravios. Fue una marcha sin líderes, lo cual quizá sea una debilidad, pero le dio frescura y espontaneidad, además de mostrar un extendido malestar social que sería error ignorar o, peor aun, exacerbar. 

La respuesta oficial a la inconformidad es polarizar. Sheinbaum reconoció que el bloque negro venía desde 2012 y reveló que lo mandó investigar en 2018. Acusar que tales grupos que se denominan anarquistas y se infiltran en las marchas responden a la oposición es una infamia insostenible.

¿Qué ganan los opositores al manchar con violencia una exitosa marcha de protesta contra el gobierno? ¿Quién puede pensar que triando las vallas de Palacio Nacional se cae la Presidenta? ¿Por qué el gobierno federal no ha rastreado con el aparato de inteligencia a esos grupos violentos para desarticularlos? Por lo pronto, sirvieron al régimen para descalificar una imponente manifestación pacífica, justificar la represión, criminalizar la protesta y acusar a opositores sin pruebas.

López Obrador pidió las renuncias de Calderón y Peña Nieto, quienes nunca acusaron golpismo por eso. Ni los partidos opositores ni las manifestaciones durante el obradorato han demandado la salida del Ejecutivo y, sin embargo, el oficialismo hace tremendo drama, alucinando un “golpe blando” que, cuando lo explican, resulta ser la guía de todo lo que ellos hicieron para llegar al poder. De pronto olvidaron que no somos iguales.

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