¿Riqueza fácil en la 4T? La historia se repite

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En el panorama político de México, la Cuarta Transformación (4T) ha traído consigo no solo un cambio en la narrativa gubernamental, sino también cuestionamientos sobre la moral y la ética de quienes están al frente de las instituciones. Un tema que está circulando en redes y en charlas de café es la reciente denuncia sobre el incremento patrimonial de distintos secretarios de Estado, especialmente el secretario de Defensa, Ricardo Trevilla, quien recientemente recibió una donación sospechosa de 7 millones de pesos. Este episodio despierta ecos del pasado, ya que recuerda el caso del expresidente Enrique Peña Nieto, quien también fue blanco de críticas cuando se reveló que recibió una suma similar antes de asumir el poder.

El caso de Trevilla ha sido fuente de controversia, y muchos se han apresurado a señalar las similitudes con situaciones anteriores. Las redes sociales no han tardado en encender la polémica, con usuarios que comparan su enriquecimiento con las malas prácticas que la 4T promete erradicar. “¿No era que venían a acabar con la corrupción?”, se pregunta un tuitero, mientras otros destacan que esta “donación” se siente más como un retorno a viejas prácticas que a un cambio profundo en el sistema político mexicano.

Este episodio no solo pone en entredicho la supuesta lucha contra la corrupción que el presidente López Obrador ha defendido, sino que también sugiere que la riqueza y el poder continúan entrelazados, independientemente de la administración en el poder. Desde el inicio de la 4T, hemos visto a funcionarios que, lejos de adoptar un estilo de vida austero, parecen aprovechar la cercanía con el gobierno para aumentar su patrimonio personal. Un internauta comentó: “Si en la 4T no hay corrupción, ¿por qué seguimos viendo estos casos?”.

Por otro lado, algunos partidarios del gobierno argumentan que las donaciones son parte de un proceso normal de recolección de fondos y que no necesariamente implican una transgresión legal. Sin embargo, la percepción pública es más crítica, y muchos consideran que la opacidad acerca de estas transacciones es lo que alimenta aún más la desconfianza. “No importa cuánto intenten justificarlo, esto solo alimenta la narrativa de que todos son iguales”, sostiene una analista en redes sociales.

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La similitud entre la situación de Trevilla y la de Peña Nieto pone de relieve un ciclo triste en la política mexicana: la lucha contra la corrupción prometida se ve frecuentemente empañada por prácticas que se nos prometieron erradicar. A medida que más información sale a la luz, se hace evidente que la 4T debe abordar sus propias inconsistencias si realmente desea promover un cambio positivo en la cultura política de México.

En conclusión, el caso de Ricardo Trevilla no es solo un asunto de una donación que ha suscitado críticas; es un síntoma de un problema más amplio que requiere atención inmediata. El incremento de la riqueza entre quienes se alinean con el poder revela la necesidad de una reflexión profunda sobre el papel de la ética en la política y cómo la opacidad puede socavar la confianza del público. La narrativa de la 4T se juega en cómo responde a estas críticas y si puede, de verdad, hacer de la transparencia y la rendición de cuentas un sello distintivo de su gestión.

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