El reciente relanzamiento del Partido Acción Nacional (PAN) marca un esfuerzo por reconquistar el terreno perdido en el espectro de la derecha mexicana.
La presentación del 18 de octubre incluyó un nuevo logotipo y un lema que sintetiza el objetivo del blanquiazul —«Patria, familia, libertad»—. Con ello, el partido busca recuperar posiciones y atraer a los votantes afines a esta corriente de pensamiento. El PAN también intenta reposicionarse como la voz auténtica de la oposición, apuntando a votantes desencantados por la hegemonía de Morena tras la victoria de Claudia Sheinbaum en 2024.
Este viraje no es un caso aislado, sino que responde a una ola global de resurgimiento conservador. En Europa, las elecciones al Parlamento de 2024 impulsaron a la extrema derecha: el Rassemblement National de Marine Le Pen en Francia y la AfD en Alemania capturaron escaños récord, capitalizando el descontento por la migración y la economía. En 2025, la AfD se consolidó como segunda fuerza en comicios alemanes, con un 25% de apoyo, impulsada por narrativas antiinmigrantes. En América Latina, el patrón se repite: Daniel Noboa revalidó su presidencia en Ecuador en abril de 2025 con un enfoque en seguridad dura, sumándose a gobiernos de derecha como los de Javier Milei en Argentina y Nayib Bukele en El Salvador. Proyecciones de BMI indican que, para 2026, solo Venezuela y Uruguay mantendrán gobiernos de izquierda en la región, con líderes como Santiago Peña en Paraguay, que aspira a más victorias en 2025. En Estados Unidos, el regreso de Donald Trump en noviembre de 2024 reforzó esta tendencia con políticas proteccionistas que inspiran a la derecha regional.
En México, el PAN intenta emular este «giro a la derecha» adaptándolo al contexto local. Su énfasis en valores familiares y antiestatales evoca al partido VOX en España o al trumpismo, pero enfrenta desafíos. El declive de la derecha tradicional —evidenciado en la derrota de Xóchitl Gálvez en 2024— ha abierto espacio a «nuevas derechas» más radicales, como se discute en foros como CPAC México. Hay quienes ven en esta «renovación» un lavado de imagen superficial que maquilla una crisis interna evidenciada en la constante pérdida de votos desde el año 2000 y el creciente rechazo ciudadano a los partidos políticos, según las encuestas. Sin embargo, para el PAN podría ser su última oportunidad para recuperar espacios y evitar el destino del PRD o el que se vislumbra para el PRI.
A esto se suma la similitud entre el nuevo lema panista y el difundido por Eduardo Verástegui —identificado con la extrema derecha— en su campaña para obtener un registro de partido. Esta coincidencia ha provocado alertas en el escenario político por el posible viraje del PAN hacia el extremo de esta tendencia. Por su parte, Movimiento Ciudadano ha rechazado alianzas, alertando sobre un PAN «de derecha extrema».
¿Representa este viraje un renacer viable? La tendencia global sugiere potencial: el descontento por la inflación pospandemia y la inseguridad podría impulsar al PAN si logra movilizar a la clase media urbana. Sin embargo, sin reformas profundas —como la inclusión de voces moderadas—, arriesga alienar a votantes jóvenes y urbanos, perpetuando su marginalidad. En un 2025 de elecciones latinoamericanas clave, el PAN podría capitalizar esta marea conservadora, pero solo si transforma su imagen de «vieja guardia» en un proyecto moderno e inclusivo. De lo contrario, este espejismo se disipará ante el dominio de Morena.
Este avance no parece coyuntural, sino que se inscribe en una tendencia estructural. Factores como la inflación pospandemia, el auge de la desinformación y el rechazo al multilateralismo progresista sugieren que la derecha podría dominar los comicios de 2026-2027, especialmente en Latinoamérica y Europa del Este. Sin embargo, las coaliciones de centroizquierda podrían contrarrestarla si abordan estas demandas. En resumen, el bienio 2024-2025 marca un punto de inflexión hacia un conservadurismo global más asertivo.
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