La 4T, una administracion sin calidad moral

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Si hubiese pasado por nuestra mente tan siquiera un poco de la cloaca que se ha destapado, diríamos que solamente con mucha imaginación se podría pensar en un escenario de esa naturaleza e inclusive se colocaría en el marco de la ficción. Sin embargo, aunque sea difícil de aceptar, se ha vuelto una realidad.

Un hecho incontrovertible consiste en que la corrupción lleva décadas existiendo, ocasionando el hartazgo y repudio de la gente. Ante tal situación, López Obrador, enarbola el sexenio pasado una lucha sin cuartel para erradicarla, esa creencia, dio pauta para denunciar la evidente práctica de ese lastre, no obstante, lo que ha salido a la luz, rebasa nuestra capacidad de asombro y, deja al descubierto el gran engaño del que fuimos víctimas.

La famosa frase sobre “honestidad valiente”, quedó reducida a cenizas, hecha polvo, una mentira más, un compromiso traicionado. No es motivo de alegría que ese ideal no haya prosperado, por el contrario, se deseaba con vehemencia un combate efectivo a las nocivas practicas de la corrupción e impunidad que tantos perjuicios han ocasionado.

Casos verdaderamente lamentables como el de Segalmex, La Barredora, el Huachicol, por mencionar solo algunos emblemáticos, sin considerar a muchos gobernadores que suelen hacer lo propio a ojos vistas o aquellos asuntos que aun se mantienen ocultos, resultan el espejo donde se observa el verdadero rostro de funcionarios inescrupulosos que han construido un diseño de administración sin ninguna calidad moral.

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No, no se trata de hechos aislados ni de funcionarios que actúan de manera independiente, cuando vemos todas las ramificaciones de entramados institucionales, las complicidades con empresarios e inclusive con carteles criminales, operando desde las altas esferas con total impunidad.

Es cosa de levantar cualquier alcantarilla para encontrar el fango donde se han metido, ya no les funciona el pretender salpicar al pasado para esconder las tropelías del presente, lo único que los sostiene es la protección sobre valores entendidos que les proporciona el gobierno al que pertenecen.

Ha sido una tragedia, rodeada de complicidades donde los excesos y desmedidas ambiciones son aceptadas al ser miembros del clan, se convierten en intocables, dando rienda suelta a una vida de opulencia y lujos, sin rubor alguno, les encanta exhibir lo ostentoso.

Así llegamos a políticos ricos y pueblo pobre; a un México traicionado y endeudado; a una clase de élite privilegiada, en contrapartida, otra obligada a ser conformista, sin aspiraciones y encadenada.

Cuando los gobernantes carecen de calidad moral, como acontece con los morenistas, pierden por completo la visión del servidor público, se les olvidan -si es que alguna vez las tuvieron- sus convicciones nacionalistas, y, por lo tanto, el futuro del país.

Si realmente se hubieran preocupado por un destino cierto de la Nación, sus esfuerzos se reflejarían en el ámbito del desarrollo y progreso, en la democracia y libertades, en la armonía y paz social, en la justicia y equidad, en la honestidad y amor por México.

Sin embargo, la realidad nos coloca en una situación completamente diferente, la plaga de la corrupción e impunidad advierte un gobierno si calidad moral.


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