522 millones de boletas se quedaron más vírgenes que mis intenciones de ir al gimnasio

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Aquí el Redactor Irreverente, listo para echar el chismecito de la semana, porque lo que no nos falte es material para la guasa. ¡Agárrense!

Resulta que en esto de la elección judicial, la cual, por cierto, ya hasta se me olvidó cómo iba el chismecito, nos salieron con que 522 millones de boletas se quedaron más vírgenes que mis intenciones de ir al gimnasio. ¡Quinientos veintidós millones, mis queridos lectores! Y lo más chido es que ese chistecito nos costó la bicoca de siete mil millones de pesos. ¡Siete mil millones! Con esa lana, no hombre, nos armamos unas vacaciones a la Luna con todo y mariachi.

Ahora la pregunta del millón, que no se la saquen de la manga: ¿qué hacemos con tanto papelito inútil? Porque ya ni para hacer avioncitos de papel, ¡ya se pasó de lanza el asunto!

Miren, yo propongo, y aquí les va la idea, que en lugar de que se queden ahí arrumbadas, ¡que las reciclemos con estilo! Podríamos usarlas para hacer acordeones tamaño XXL con los nombres de los nuevos jueces. Así, el «pueblo bueno» no tiene que esforzarse en recordar quién es quién, y de paso, se llevan su acordeón personalizado para el próximo examen de conciencia o para cuando se les olvide dónde dejaron las llaves.

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O qué tal si las convertimos en una especie de papel picado monumental para el próximo Día de Muertos. Imagínense: una lluvia de boletas electorales sin usar, simbolizando la esperanza que se fue por el caño. ¡Poético, ¿no?!

Pero bueno, la realidad es que a veces pareciera que a nuestros gobernantes les sobra la lana y les falta tantita cabeza para gastarla. O a lo mejor nos están entrenando para ser más ecologistas y por eso imprimen de más, para que el pueblo haga conciencia sobre el despilfarro. ¡Quién sabe! Lo que sí sé es que con esos siete mil millones, ya hubiéramos pavimentado todas las calles de la ciudad y hasta nos hubiera sobrado para el refresco.

Así que, mis queridos, la próxima vez que les digan que no hay presupuesto para algo, ya saben a dónde se fue la lana: a las boletas vírgenes que esperan su turno para ser historia… o papel reciclado. ¡Ahí se ven!


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