La abundancia abrumadora de información al instante vía electrónica, mucha de ella gráfica, y la de texto, desde condensada hasta súper-condensada tipo Twitter, más la que se puede leer y releer, hace que la persona llegue a decir: “ya no entiendo nada”.
No se trata del futbol, ni de eventos naturales de momento, sino de asuntos más relevantes como procesos sociales, económicos y especialmente políticos. Se trata de cadenas de hechos, declaraciones, toma de posiciones de personajes de la política que hablan y hablan. También se incluyen las de voceros del mundo económico, de organismos sociales y de la academia.
A mucha gente le interesan los chismes sobre la vida privada y pública de figuras del espectáculo, de los deportes y de las “socialités”, y aún de la de políticos y gobernantes, sobre los que las confusiones noticiosas, intencionales y no intencionales, hacen que la gente diga “ya no entiendo nada”. Pero esto es irrelevante para la vida del ciudadano, es un pasatiempo.
Lo que sí es relevante para el ciudadano que desea estar informado, es la abundancia noticiosa sobre hechos de la política y del gobierno. Los juegos del poder político, y de aquellos que tras bambalinas manipulan la toma de decisiones políticas, con sus consecuencias en la vida de las familias y comunidades, es lo que debe ser entendido por el ciudadano de a pie.
¿Qué está pasando con la discusión de una reforma constitucional, con los resultados de una elección, con las intenciones de la cúpula de un partido político o con investigaciones sobre corrupción? ¿Qué pasa con una acción militar o policial? ¿Qué se puede esperar de acciones, apoyos o amenazas de grandes sindicatos ante la autoridad, o las amenazas de poderosos negociantes? Estos son temas torales que el ciudadano quiere tener claros.
Para tener esa claridad está, o más bien debe estar, la interpretación que hacen los analistas políticos y económicos, columnistas, articulistas y editorialistas, y hasta los voceros de organismos políticos y de la sociedad civil. Hay expertos del mundo académico que opinan, por invitación de los medios de comunicación o por práctica personal, para ayudar a la gente a entender lo que está pasando en el ámbito político y gubernamental, así como en el económico y social.
Otro campo relevante para la gente es el de la economía. Hay novedades sobre producción, comercio internacional, situaciones cambiarias, escaseces o sobreproducciones agrícolas, inversiones extranjeras, nuevos productos, inflación, empleo, revisiones salariales, migraciones y muchos más con efectos políticos.
Hay también tanta información, en mucho confusa y hasta contradictoria, que se dificulta tener ideas claras sobre lo que ha pasado, está pasando o pasará en un futuro cercano o lejano. También aquí es importante la interpretación “digerida” y bien reflexionada que los expertos o los analistas de los medios deben hacer.
Hay otros temas de carácter social relevantes para el ciudadano consciente, como son las luchas en favor y en contra del aborto, la eutanasia, la familia y el matrimonio o la educación sexual de los hijos. Se requieren opiniones honestas.
Sobre este papel o rol que socialmente desempeñan quienes opinan en los medios de comunicación hay dos aspectos importantes. El primero, es la responsabilidad que tienen quienes escriben dando opiniones que deben ser bien sustentadas y muy bien reflexionadas. Cuando un periodista escribe dando su opinión, debe hacerlo cuidadosamente, tratando de ser buen intérprete, para comunicar en términos sencillos lo que técnicamente es incomprensible para el no iniciado.
Quienes participan con sus comentarios “expertos” en medios audiovisuales, no escritos, tienen también una responsabilidad grave de hacerlo con cuidado, ser imparciales y honestos. Una frase mal dicha o desinformada, hace que el auditorio que quede con ideas equivocadas, en las que cree “porque lo dijo fulano, yo lo oí”, sea en radio, televisión o la Red. Deben controlar pasiones y temperamentos. La palabra escrita se puede releer, la verbalizada no, su efecto es inmediato.
El apoyo gráfico, sobre todo de estadísticas, y hasta de fotografías sujetas a interpretación de lo que reflejan, debe también hacerse con cuidado y profesionalismo. Torcer el significado de tales y cuales datos estadísticos es práctica común en el periodismo deshonesto.
Hay también una gran responsabilidad, demasiadas veces pasada por alto, en los conductores de noticiarios de radio y televisión. La confusión entre la noticia propiamente dicha y su interpretación es harto común, de tal forma que el radioescucha o televidente no llegan a distinguir entre los sucesos y los comentarios, terminando muchas veces de dar por hecho lo que es una opinión personal del informador.
Por parte del ciudadano que desea estar al tanto de lo que ocurre, en su entorno y en el mundo, y entender lo mejor posible los procesos en los que se desenvuelven los hechos del momento, debe ser muy cuidadoso en seleccionar a los “expertos” a quienes creerles. Esta es ya una labor personal, que se puede, debe, apoyar en otras opiniones de personas inteligentes, maduras y bien informadas.
Así como hay demasiada información al instante, que el lector-escucha debe tratar de seleccionar, hay también demasiadas opiniones, muchas contradictorias, desinformadas, malintencionadas o perversas. Hay comunicadores que hablan de lo que saben y de lo que no saben, y hay otros muy cuidadosos, honestos intelectualmente, quienes por supuesto pueden equivocarse, pero no engañan a su auditorio.
Lo importante para el ciudadano que no quiere quedarse sin entender lo que está pasando, es ser muy selectivo sobre la credibilidad de la fuente informativa que lee o escucha, y más aún sobre la de quienes hacen periodismo de opinión, verbal o escrito, de tal manera que los “ya no entiendo nada” queden en el mínimo posible y prevalezcan los “ahora ya entiendo”.
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