Las acusaciones contra Donald Trump son merecidas; se trata de un sujeto repugnante por dentro y por fuera. En casos así vale el antiguo adagio: non puede facer cosa buena home de mala catadura.
Pero más allá de que se le juzgue perverso o loco, no va solo, lo rodean asesores inteligentes y lo siguen millones de votantes, algunos con gran potencial económico como el suyo.
Además, aunque los números hoy no le alcancen, en política lo único cierto es que todo es incierto, y lo que parece imposible a veces sucede.
Por eso importa analizar su diferendo con el papa Francisco: aquél amenaza con agigantar el muro fronterizo; éste propone puentes.
Estamos ante el racismo de un narcisista y la respuesta del llamado santo padre, apoyada en valores humanos.
Pero algo subyace en la postura del republicano que es apoyada por un amplio sector de aquella sociedad. Por eso es imperativo para ambos países —y para otros en iguales circunstancias— analizar la migración ilegal y sus posibles soluciones.
De poco sirve aumentar la altura y longitud de barreras físicas, pues seguirán siendo burladas por la desesperación. Se requieren, en efecto, puentes de diálogo y de entendimiento entre las naciones involucradas.
1. Todos los países tienen leyes para permitir la entrada y salida de las personas. Por eso se expiden pasaportes y visas. Estos instrumentos son muros reales, aunque no sean de cemento. Se trata de documentos indispensables para ordenar la migración y garantizar la seguridad y la sana convivencia entre los pueblos.
2. Millones de migrantes, legales, hacen posible las relaciones sociales, culturales, científicas, económicas, religiosas, deportivas y turísticas en el mundo, pero también muchos millones cruzan fronteras huyendo del hambre y de la muerte. Son seres humanos desesperados, no delincuentes, que en su mayoría dan riqueza a donde llegan y envían remesas a sus familiares para aliviar su desgracia. Los más de 20 mil millones de dólares que anualmente recibe México de sus migrantes en Estados Unidos permiten imaginar el beneficio económico que producen en aquél país. Pero, también, es innegable que la llegada irregular de millones de extranjeros genera grandes demandas de bienes y servicios a cargo de los países receptores.
3. Pueden agruparse en dos las causas de ese problema que agobia a muchas regiones del mundo, y que aumenta dramáticamente: a) un sistema económico internacional egoísta y depredador que concentra en pocos países el dinero, la ciencia y la tecnología, produciendo pobreza en los demás; b) otro, no menos grave, es la incompetencia, deshonestidad y despilfarro de muchos gobiernos de países pobres e inseguros.
Por ello la solución ante las migraciones masivas está en los dos lados: una, a cargo de los países poderosos, que deben invertir donde está la pobreza; otra, la obligación de honestidad y competencia en los gobiernos de los países que expulsan seres humanos. Tan perniciosa es la prepotencia de unos, como la preimpotencia de otros.
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