Terry Cole tomó protesta como nuevo jefe de la DEA, ¿qué significa este nombramiento para México?

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¡Agárrense, paisanos! Que el nuevo jefe de la DEA, Terry Cole, ya tomó protesta y, si le hacemos caso a lo que se rumora por ahí, esto no es para echar las campanas al vuelo en México. Este señor no es un novato, ni mucho menos un diplomático de café. ¡Qué va! Es un veterano con 22 años en la agencia, que ha recorrido el mundo combatiendo el narco en lugares como Colombia y Afganistán, y ¿qué creen? ¡También fue director regional para México, Canadá y Centroamérica!

Así que no estamos hablando de un tipo que viene a ver si las enchiladas pican. Terry Cole ya sabe dónde le aprieta el zapato al elefante blanco mexicano. Lo que se dice en los pasillos es que es un «halcón» de esos que no se andan con rodeos y que no le temblará la mano para «colaborar» (léase, meter las narices hasta la cocina) con las autoridades mexicanas.

Recordemos que este personaje, en 2019, justo un mes antes del famosísimo «Culiacanazo» y la liberación de Ovidio Guzmán, anduvo de visita en Sinaloa, ¡viendo laboratorios clandestinos! ¿Coincidencia? ¡Mmmh, a ver, mi chavo! Dicen las malas lenguas que él estaba al tanto de muchas movidas y que su salida de la DEA en 2020 coincidió con el polémico caso del General Cienfuegos. O sea, el tipo no es precisamente un fan de la soberanía a ultranza, si me entienden.

Para México, este nombramiento puede significar una presión gringa más intensa que una tía metiche en Navidad. La nueva presidenta, Claudia Sheinbaum, ya soltó que sí, que habrá colaboración, pero «sin injerencias». Ajá, como cuando le dices a tu suegra que sí, que venga a cenar, pero que no traiga su mole. La realidad es que Cole llega con la misión de intensificar la guerra contra el fentanilo, y para eso, los cárteles mexicanos son el blanco principal.

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Así que, mis estimados lectores, prepárense para más noticias de decomisos, más tensiones diplomáticas y, probablemente, más declaraciones de «respeto a la soberanía» que, en la práctica, suenan a canción de Cri-Cri en un concierto de rock. Porque cuando Estados Unidos se pone la gorra de «antidrogas», a México le toca apechugar.


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