El hecho de que el PRD atraviese una crisis, ¿le beneficia al PAN? Puede ser, pero lo cierto es que daña a México y a nuestro complicado proceso de consolidación democrática.
Hemos de inventar nuevas palabras para encantamientos.
Hugo Gutiérrez Vega
Uno de los privilegios de mi vida política es ser amigo de Agustín Basave. Disfruto nuestra relación por su talento, su preparación, pero principalmente por su calidad humana. Disentir en algunas ocasiones es uno de los atractivos de esta amistad. Convivimos intensamente en la LV Legislatura. Nos asesorábamos mutuamente y participamos en los debates más intensos para cambios sustanciales en la Constitución. Sus intervenciones eran de gran nivel por su argumentación. Fui testigo de su profundo dolor al perder a su entrañable amigo, Luis Donaldo Colosio.
Admiro la hombría de Carlos Navarrete para asumir la difícil decisión de renunciar al liderazgo de su partido en el afán de que las cosas mejoren y celebré la madura decisión del PRD de buscar un líder con las características del caso. Tenía que llegar mediante consenso de las fuerzas políticas, lo cual se logró ampliamente.
Puede sorprender que un panista externe su beneplácito ante el hecho de que otro partido de oposición postule a quien considere idóneo, ante la vieja idea, un tanto maquiavélica, de que en política uno se beneficia de los males de otros. Me explico. El hecho de que el PRD atraviese una crisis que pueda dañarlo seriamente, ¿le beneficia al PAN? Puede ser, pero lo cierto es que daña a México y a nuestro complicado proceso de consolidación democrática.
Tanto Ricardo Anaya como Agustín Basave insisten en una idea fundamental: el problema de nuestro país es la corrupción. Si en eso hay coincidencia, lo demás viene por añadidura. Entiendo que Basave busque tender puentes con López Obrador, un intento infructuoso. Morena es el partido de su dirigente. Buscar una alianza es someterse a sus órdenes, no hay posibilidad alguna de un consenso razonable ni de una auténtica negociación política. La razón más frecuente por la que AMLO ha roto con tantas figuras políticas es porque no se pliegan a su voluntad.
Entiendo también la enorme lucha interna que Agustín habrá de dar para darle fuerza a su partido. Parte ya de un avance, con su nuevo libro —sigo buscándolo en las librerías— sobre la cuarta socialdemocracia, “la que representa ese demos que se separa de un cratos cada vez más elitista, la que contrarreste la deserción democrática”. Es una profunda reflexión para darle consistencia ideológica a la izquierda mexicana.
He leído la obra de Basave, incluidos sus desvaríos románticos en los que intenta ser poeta en prosa, una faceta que nos habla de la versatilidad del personaje. Continuador del grupo Hiperión —formado en 1949— y preocupado por México y lo mexicano, sostiene una tesis: “Sin tradición no suele haber creación, y el salto al mañana tiene que darse desde una plataforma cultural sólidamente asentada en la historia, sin dualidades desequilibradoras. Porque el Jano del mestizaje asimétrico puede ver hacia los lados, mas nunca hacia el frente”. En su libro Mexicanidad y esquizofrenia refrenda la tesis de cerrar la brecha entre lo que la Constitución señala y lo que en la realidad acontece.
El siglo XXI está reduciendo la distancia entre posiciones ideológicas. La enseñanza del siglo pasado es hacer compatible libertad e igualdad. En ese escenario y partiendo de que toda política es local, se puede avanzar para frenar lo que percibo como una gran amenaza: el retorno del viejo autoritarismo.
Por todo lo anterior y con un profundo regocijo de que se reconozcan méritos —lo cual no suele ser frecuente en nuestro medio—, no tengo más que desearle a Agustín algo que también viene sosteniéndose desde Maquiavelo: la necesidad de la fortuna. Por eso le deseo suerte.
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