La costumbre de encender veladoras ante imágenes religiosas en la Iglesia Católica tiene sus raíces en las primeras comunidades cristianas. Durante las persecuciones, los cristianos se reunían en catacumbas y lugares oscuros, utilizando velas para iluminar sus celebraciones y los sepulcros de los mártires. Este uso práctico evolucionó hacia un simbolismo profundo, donde la luz de las velas representaba a Cristo como «la luz del mundo».
Con el tiempo, encender velas ante imágenes sagradas se convirtió en una expresión de fe y devoción. Las velas simbolizan oraciones ofrecidas con fe, entrando en la luz de Dios, y muestran reverencia y el deseo de permanecer en oración, incluso mientras se continúa con las actividades diarias.
Además, las velas votivas, derivadas del término latino «votum» que significa promesa o plegaria, representan ofrendas que indican la búsqueda de un favor divino o la gratitud por oraciones respondidas . Este acto tangible conecta lo físico con lo espiritual, permitiendo a los fieles expresar sus intenciones y mantener viva la llama de su fe.
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