Refugiados del abandono

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La marejada de refugiados que llegan a Europa desde Siria, Oriente Medio y África es una tragedia masiva que todavía no encuentra una solución factible. Nueve millones de sirios han abandonado su país desde 2011, más de la mitad de los 15 millones de refugiados que hay en el mundo. Varios países europeos se han comprometido a recibirlos asignándose cuotas.

Sólo Alemania ha recibido a más de un millón en el último año. Son más de siete millones de desplazados en Siria misma, 1.9 millones han llegado a Turquía, 1.7 millones al Líbano, 600 mil a Jordania, 250 mil a Iraq y 132 mil a Egipto. Las cifras son estrujantes y sus repercusiones en la estabilidad social y política en esos países ha sido enorme.

Se trata de los estragos de la encarnizada guerra civil de Siria, provocada por Bashar alAssad, y que rebasó fronteras involucrando a docenas de países árabes y europeos. Entretanto, cientos de miles de hombres, mujeres y niños huyen  de la muerte que llueve de los cielos. Como ondas de un terrible sismo las repercusiones se dispersan a lo ancho y largo de países vecinos, agudizando miserias e indecibles tragedias personales.

El drama toca las puertas y entra a los países europeos cuyas poblaciones  no aceptan sacrificar su vida cotidiana para acomodar a extranjeros, ni autorizan a sus gobiernos a decidirlo. Los problemas se multiplican al sumarles la llegada de otros miles de abandonados, que se arriesgan a cruzar el Mediterráneo en pateras y balsas desde África. 

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La complejidad de la situación es mayor que la de las dos guerras mundiales del siglo XX. En éstas, los enemigos estaban identificados. Ahora son docenas de conflictos simultáneos de todo tipo y origen que brotan de lo económico, político, étnico y religioso chocando entre sí en una siniestra confusión que se resume en muerte general.

Rusia y Estados Unidos anuncian esta semana una posibilidad de detener la matanza y la destrucción masiva, pero la solución de los problemas no sólo se encuentra en terminar la guerra que hace años se libra en Siria. El escenario regional en que estos hechos se mueven apunta a las condiciones de extrema pobreza e ignorancia que acumularon en esas naciones a lo largo de todo el siglo XX y en lo que va del XXI.

Estos factores negativos no se remedian con rechazos, muros o alambradas para interceptar a los refugiados, sino implementando programas de educación, salud y de creación de empleos donde hagan falta, particularmente en los países de origen.

A los países latinoamericanos no nos son desconocidos los fenómenos que arriba se describen.  Hay similitudes en las pobres condiciones materiales y educativas que prevalecen en toda América Latina. Los jóvenes ni se educan ni aprenden oficios que les permitan subsistir con dignidad, sin que les atraiga caer en las delincuencias. 

La pobreza aumenta cuando los jóvenes son abandonados a su suerte sin recursos. El drama de los refugiados de Oriente Medio y Europa es, en otra proporción, parecida a la que vivimos en nuestra Mesoamérica: poblaciones enteras sin instrucción que buscan afuera mejorar sus niveles de vida porque en su comunidad no hallan sino desamparo.

Hay 214 millones de migrantes en el mundo y dentro de ellos la emigración mexicana hacia Estados Unidos ha sido una constante a lo largo de muchas décadas. Ella explica que ahí la población mexicana es de 34 millones de individuos, de los que 12 millones nacieron en México. De 2010 a 2013, el promedio anual de mexicanos que perdieron la vida en su intento por llegar a Estados Unidos fue de 330, lo que refleja las penalidades que se sufren  para llegar.

Hay una diferencia entre nuestros emigrantes que se arriesgan a morir en el desierto de Arizona en búsqueda de mejores oportunidades y los refugiados de Oriente Medio y África que cruzan el Mediterráneo. Unos sólo buscan mejores oportunidades de vida, mientras que los otros huyen aterrorizados de sus hogares para evitar la muerte violenta y la inanición.

La emigración mexicana, hasta recientemente de un millón anual, se ha moderado en los dos últimos años, pero la atracción de mejores condiciones laborales en el país vecino sigue siendo real. Las condiciones de pobreza siguen, empero, reales.

Es importante que entendamos la sencillez de los motivos que llevan a los nuestros a emigrar. Esa sencillez es la que nos debe avergonzar.


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