¿Quién de los morenistas cerrara?

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Con un zócalo abarrotado Claudia Sheinbaum cerró el ciclo de rendición de cuentas a un año de su administración, con voz en cuello sentenció que las y los funcionarios que actúen de manera deshonesta enfrentaran la justicia, haciendo énfasis que quien ocupa un cargo no lo debe utilizar para enriquecerse.

Literalmente mandó un claro mensaje: “En este México nuevo la honestidad no es la excepción, es la regla. Y quien traiciona al pueblo, quien robe al pueblo, enfrenta a la justicia”, tema por demás sensible e ineludible.

Los recientes acontecimientos que han salido a la luz pública con relación al huachicol fiscal ponen en entredicho el discurso de la jefa del ejecutivo, al advertir que las instituciones a través de sus funcionarios estaban involucradas en actos ilícitos en perjuicio del pueblo mexicano.

Sin embargo, parece que ha faltado voluntad política para llegar al fondo del asunto, pues un entramado de la naturaleza criminal como la que se ha destapado solamente puede implementarse desde altas esferas de autoridad, sin que a la fecha existan detenidas personas de esos rangos, lo que contrasta el discurso con los hechos.

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Por otra parte, el escándalo de La Barredora, que ha llegado a ser noticia internacional y, que involucra al coordinador morenista de los senadores, tampoco ha pasado a mayores, se ha quedado a dormir el sueño de los justos.

Al respecto han surgido una gran cantidad de episodios relacionados con actos de corrupción y vinculación de personajes cuatroteístas con la delincuencia organizada, que ha dado pauta inclusive en presentación de denuncias, sin que nada pase.

De hecho, a nivel mundial y para vergüenza México ocupa un destacado lugar en corrupción, nos encontramos en el último lugar de los países miembros del OCDE y en penúltimo en el G-20, más del ochenta porciento de las personas siguen considerando que el problema es muy frecuente, datos significativos donde se evidencian casos al alza de nexos entre gobiernos y crimen organizado.

Este flagelo está estrechamente ligado a los índices de impunidad, pues su combate exige la aplicación de la ley, aspecto que se percibe omiso, al estar ciertos que con los discursos no se termina, disminuye o se contiene ese lastre y, los hechos dicen que no se ha querido afrontar.

Es explicable la naturaleza del discurso, pues en las últimas encuestas publicadas, si bien, la presidenta sigue teniendo altos niveles de aprobación, cuando llegamos al rubro de corrupción, es un área sensible donde sale reprobada, por lo tanto, se ve obligada a tocar el tema.

No obstante, lo hace de forma marginal, sin introducirse a los escándalos suscitados, simplemente como lo viene haciendo desde las mañaneras se arropa en frases que terminan siendo huecas.

Por otra parte, es de tal magnitud el problema que tiene enfrente y, además, presenta muchas aristas e involucra a bastantes e importantes personajes de su movimiento; así, al actuar en contra de alguno de ellos, puede presentarse el efecto domino, por lo que prefiere no arriesgarse a costa del pueblo de México, en tanto, que la crisis interna ya la tiene.


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