Por una república decente

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El presidente del PAN, Ricardo Anaya, me propuso ser titular de la Comisión Especial Anticorrupción de Acción Nacional (CEAAN). Este nombramiento, así como el de otros cuatro comisionados, deben ser ratificados próximamente por la Comisión Permanente del Consejo Nacional.

La CEAAN surge del programa de renovación y regeneración del partido propuesto por Anaya. Uno de sus postulados es actuar contra la corrupción que carcome las instituciones nacionales. El buen juez por su casa empieza y por ello, en primer término, debemos ir contra la que afecta a nuestro instituto político.

En la junta del Consejo Nacional del pasado 29 de agosto, la nueva dirigencia presentó el plan para los primeros 100 días que se consideró prioritario la creación de la CEAAN. El Consejo dio su visto bueno y aprobó su formación. De acuerdo a nuestro estatuto las comisiones especiales no dependen del CEN, son instancias que rinden cuentas al máximo órgano de dirección política del partido a través de su Comisión Permanente, lo que le otorga autonomía de actuación. Esta independencia, en el caso de la comisión anticorrupción, es absolutamente esencial para el cumplimiento de sus fines.

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Su diseño institucional; marco normativo sobre el que actuará, métodos y procedimientos de trabajo, la ejecución de los planes y programas para cumplir sus objetivos, deberá ser definido y elaborados con celeridad a partir de su instalación formal. No obstante, ya existen lineamientos básicos para orientar sus primeros pasos. La CEAAN deberá desarrollar sus tareas en cuatro ámbitos:

Primero: fortalecimiento de la cultura ética en los militantes y en los funcionarios públicos emanados de Acción Nacional. La historia del panismo comenzó con el llamado a los ciudadanos a luchar por la limpieza en la vida pública. Para eso nació el PAN, para edificar una república decente, vivir la política como vocación servicial y asumir la función pública con honestidad, no como privilegio u oportunidad de enriquecimiento personal. Convertir esos valores en actos y hechos requiere una tarea permanente de formación y convencimiento. El partido cuenta con códigos de ética y debe vigilar que se respeten. La comisión deberá impulsar que las áreas de formación y difusión doctrinaria alineen sus programas con la lucha anticorrupción.

El segundo ámbito es la prevención. Todos los especialistas en la materia señalan que la forma más eficaz para abatir la corrupción es actuar antes de que ocurran los hechos. En este campo hay varios pilares claves: la transparencia, la labor de contraloría interna y externa, las buenas prácticas y normas acordes con todo ello. La CEEAN deberá promover que estas columnas de la prevención sean sólidas y funcionen eficazmente.

El tercero es la investigación y sanción. La comisión conocerá casos de corrupción y deberá procesar la investigación que corresponda. Como no es ministerio público no tendrá los alcances del mismo, sin embargo deberá diseñar los métodos que le permitan lograr certeza y convencimiento para emitir dictámenes y dar vista  a los órganos disciplinarios competentes para la aplicación de las sanciones.

El cuarto: la CEEAN debe ser motor para que el partido impulse, a través de la actividad legislativa y de gobierno, la estructuración integral del Sistema Nacional Anticorrupción y sus equivalentes en los estados y los municipios.

Para terminar, mis motivaciones. Camaradas y periodistas me preguntan porqué acepté este reto. Para algunos, combatir la hidra de mil cabezas de la corrupción es una misión condenada al fracaso y al desprestigio de quién se compromete con esa causa. No desconozco tales riesgos. La respuesta está en mi libro Acción Nacional; ayer y hoy, una esencia en busca de futuro (Grijalbo, 2014). Escribí: “Sostengo que su futuro (del PAN) está cifrado en la dosis de panismo que inyecte en el método, el contenido y la forma de resolver sus desafíos”. Luchar contra la corrupción es la quintaesencia del panismo. Es recuperar el alma de la organización. Las instituciones y las personas se mueren y se pudren cuando pierden su principio vital.

En estos días en que la democracia mexicana, su clase política y lo partidos se encuentran en el nivel más bajo de credibilidad, no podemos estacionarnos en el lamento o en la crítica corrosiva y pasiva. Hay que actuar. Para quien esto escribe, la invitación Ricardo Anaya fue una exigencia para revivir al PAN. México necesita instituciones sanas, no caudillos voluntaristas.

Nuestra patria requiere ciudadanía organizada y vertebrada para aliviar sus males, las algaradas de irritación popular, pasajeras y manipulables por oportunistas, son ilusionismo infructuoso, la historia lo prueba. El PAN panista, es necesario para el bien de nuestra patria. Es hora de renovarlo y regenerarlo.


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