Por qué la oposición no reta a MORENA (y qué necesitaría para hacerlo)

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No hay oposición, hay opoficción, nadie hace nada.

Lo anterior es clamor y lugar común para miles de ciudadanos y cientos de opinadores que han contemplado impotentes cómo el régimen morenista derriba, una tras otra, las instituciones democráticas.

Y no solo eso. Se acusa a los líderes de los partidos de oposición de ser incapaces, vendidos, traidores o de tener una larga cola que los vuelve impotentes o irrelevantes. La escasa difusión de las acciones opositoras debida al cerco informativo oficialista contribuye a la percepción de una oposición sometida, carente de iniciativa y de capacidad para afrontar el advenimiento de la dictadura.

Es un hecho que la endeble democracia mexicana construida durante la Transición ha sido destrozada por la perversidad antidemocrática y populista de los oligarcas del pasado y los pragmáticos y oportunistas incrustados en MORENA; pero es igualmente cierto que los partidos de oposición se han arruinado a sí mismos.

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Lo anterior, no solo es consecuencia de las campañas de desprestigio y el lodazal que intercambiaron en el pasado el PRI, el PAN, el PRD y los demás partidos que hoy se cobijan o no al lado del oficialismo. Es efecto de la destrucción de sus cuadros, de sus equipos operativos profesionales, del canibalismo interno y la imposición de las candidaturas, de la entronización de la mediocridad y el servilismo, así como del secuestro de las dinámicas institucionales por grupúsculos adueñados de las posiciones de poder y de los presupuestos y prerrogativas derivados de ellos.

Los partidos de oposición, todos y cada uno de ellos, son incapaces de impugnar los atropellos y fraudes de MORENA, la destrucción de las instituciones, las reformas antidemocráticas y las prácticas despóticas y tiránicas que se vienen arraigando en los últimos meses, por la sencilla razón de marginaron a sus bases militantes, precarizaron a sus funcionarios profesionales, destruyeron a sus equipos de expertos redujeron su oferta política a promesas vacías y creyeron que los triunfos electorales se deben más a la popularidad, el marketing o las alianzas oportunistas, que a un verdadero trabajo de proselitismo y cercanía con la ciudadanía.

Por eso no hubo representantes en las casillas, por eso no se pudieron comparar los resultados de la pasada elección con los procesos anteriores, por eso nadie se desveló por días para preparar las impugnaciones, por eso nadie construyó discursos ni narrativas, por eso se impuso el mensaje populista, se consumó el fraude y se destruyó la democracia.

No obstante, la dictadura de MORENA es más primitiva y endeble que el antiguo Nacionalismo Revolucionario derrotado en el año 2000. Los intereses internos de sus líderes y los de sus aliados de la élite empresarial son tan voraces como irreconciliables. El modelo político-económico morenista de detener el crecimiento económico y multiplicar el gasto social es inviable por dónde se le vea y llevará, de una u otra forma a su quiebre o su derrumbe.

Sin embargo, el día que caiga este régimen retrógrado, muy probablemente surgirá algún tipo de oposición incapaz, mediocre o abusiva, que no rectifique el rumbo, o que incluso trate de utilizar pragmáticamente la acumulación del poder para reproducir el abuso o que sucumba igualmente ante las contradicciones y la demagogia arraigadas en la política asistencialista, demagógica y clientelar que mantienen condenado el futuro de México.

¿Hay salida a todo esto? Sí, si la hay. El problema es que no se trata de una solución inmediata y eso choca con dos de los más grandes problemas de la política mexicana que arrastra por igual a políticos y ciudadanos: la urgencia y la improvisación.

La urgencia que ya empieza a expresarse respecto a que la oposición debe ganar a como dé lugar la mayoría en la Cámara de Diputados en 2027 para parar a MORENA y la improvisación de hacerlo repitiendo las alianzas fallidas y las fórmulas desprestigiadas que insisten en que lo importante “es ganar” y “luego vemos” cómo acordamos las agendas o las estrategias, es el escenario perfecto para que MORENA vuelva a derrotar a la opoficción y cunda aún más la frustración ciudadana.

El dilema que enfrentamos es cómo reconstruir las capacidades de acción política democrática en México y que, quienes las apliquen, asuman una clara determinación de restablecer la dignidad, las libertades, los derechos y las instituciones democráticas.

Para empezar, es necesario reagrupar a los demócratas y políticos capaces expulsados de la política y del servicio público por la mediocridad de los liderazgos tanto opositores como oficialistas, sumada a la persecución o cooptación forzada por el oficialismo morenista. Igualmente, se necesita reintegrar la agenda democrática, despojada de los populismos, los estatismos y las inercias que frustraron la consumación de la Transición Democrática, además de darle una clara perspectiva de avance y de futuro.

En estos días, se convoca a manifestaciones y marchas contra la reforma judicial que resultan poco efectivas y casi inocuas, por pequeñas e inexpresivas. Una auténtica movilización social que surta efectos tendría que ser de otra escala y propósito, de estrategias y tácticas más contundentes y de liderazgos que ni arriesguen ni desgasten a los ciudadanos con acciones inútiles e inefectivas.

La situación actual, vista en términos militares, nos muestra que MORENA tiene completamente ocupado el territorio nacional y no hay ejércitos opositores que lo reten. Los más de 20 mil servidores de la nación que se despliegan como emisarios de control e intimidación del régimen morenista, su partido y sus políticas, son muchos menos que el padrón de cualquier partido opositor, con la diferencia de que los antagonistas del régimen que quieren luchar y rectificar no actúan, porque los mandos opositores los mantienen desmovilizados, desorganizados, ayunos de verdaderos liderazgos y propósitos, por lo cual, son inexistentes como freno o contrapeso a la libre acción de los operadores del régimen.

Por ello es indispensable reconstruir el trabajo territorial. Hay partidos como el PAN, que han abandonado por décadas la actividad política en amplias zonas del país, las cuales han dejado en manos de otros partidos que postulan candidatos en las mismas bajo el esquema de alianzas, por lo que regiones enteras no han visto a un candidato panista en muchos años.

Una estructura territorial, como la que alguna vez tuvo el PRI y que en alguna medida tuvo el PAN, requieren de militantes, actividades, vinculación, objetivos, incentivos y realizaciones. Hoy los locales de esos partidos suelen estar cerrados, sin actividades, ni relación alguna con los ciudadanos y menos aún con los actores políticos, ciudadanos o vecinales de las comunidades donde se ubican.

La presencia territorial debería complementarse con una dinámica de estructuración y comunicación digitales que aprovechen los recursos que brindan tanto las redes sociales como los sistemas de videoreuniones y videoconferencias, que se han usado como cajas de resonancia, pero no como parte de la estructura, las actividades y el desarrollo de planes y estrategias de acción política por parte de la oposición.

En este sentido, los problemas de comunicación no solo son la falta de mensaje o de narrativa, sino principalmente del despliegue de sistemas de comunicación digitales públicos e internos, capaces de superar los cercos informativos y las medidas de censura que aplica el régimen para silenciar la crítica y la disidencia.

Desarrollar esta estructura digitalizada sería más efectivo y económico que las viejas estructuras territoriales y les ganaría en efectividad e inmediatez para organizar y realizar acciones. Lamentablemente, los entornos digitales de los partidos opositores son, en la actualidad, los espacios más desperdiciados e incoherentes de la política nacional.

Y tales estructuras territoriales y digitales requieren de recursos financieros cada vez más limitados y vigilados. Los liderazgos opositores han tomado como botín tales recursos, así que no hay dinero para financiar la formación y operación de dichas estructuras, así que se impone, en este caso, la necesidad de recurrir a los voluntariados o a estructuras y organismos ciudadanos, ante la imposibilidad de que las dirigencias de los partidos opositores sean obligadas por el momento a destinar el financiamiento público a actividades políticas opositoras y no a disponer del mismo para sus intereses.

Debe señalarse también, que esas nuevas estructuras requieren de cuadros formados en las complejidades de la política del presente y el porvenir. Los políticos no se dan en maceta y menos en estos tiempos, cuando los procesos de capacitación forman mandos locales y operadores que aprenden a cargar portafolios, adular jefes o cultivar ambiciones, olvidando la labor fundamental de tener contacto con los ciudadanos, hacer política con los actores locales, a estudiar y analizar la realidad de su entorno y de ser capaces de organizar y emprender actividades políticas concretas. Tales cuadros son, en este momento, una de las más graves ausencias que muestra la oposición política del país.

Sin este tipo de liderazgo político de primer nivel, pocas acciones pueden sacar a los ciudadanos de la pasividad del abstencionismo para llevarlos al activismo de la participación y la acción individual, y mucho menos para elevarlos a la calidad proactiva de sumarse y encabezar la acción colectiva autónoma o eficaz que fundamente cualquier tipo de movilización realmente efectiva.

Éste último aspecto vislumbra la necesidad de reemplazar a los liderazgos opositores actuales, así como a sus visiones de la política e intenciones para ejercer el poder. No es necesario insistir en que una sustitución del régimen morenista por cualesquiera de los opositores actuales, no generaría un cambio y quizá agudizaría los problemas, debido a la falta de visión y a la continuidad de inercias e intereses que ellos representan.

Lo anterior significa que es fundamental estructurar un nuevo liderazgo opositor despojado de visiones obsoletas y de estrategias caducas, para que se pueda reconstruir una verdadera alternativa política que sea eficaz, capaz de actuar en el presente y con visión de futuro, la cual proponga un modelo realmente democrático y acotado en lo político, lo social y lo económico.

No podemos confiar mucho en las dirigencias opositoras que tanto han alimentado en estos tiempos a MORENA, para que, en el eventual caso, nos vengan con la conveniencia de mantener el esquema de acumulación de poder y los mecanismos de manipulación y control que han dado al traste con la democracia en el país.

Si hay salida, pero no surgirá de la urgencia o la improvisación; si hay alternativa, pero hay que construirla y operarla; si hay motivos, porque más allá de la lamentable situación en la que vivimos, el proyecto de un pañis digno, democrático, próspero, justo y libre sigue vigente y es el anhelo de la mayoría de los mexicanos.


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