No nos insulte, señora Sheinbaum

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Insisto, con levantada convicción, en que la mentira es el cáncer que destruye las relaciones humanas; y si las falacias son gubernamentales y cotidianas corrompen la vida de los pueblos. Tiene razón Enrique Krauze al afirmar que en México “la verdad oficial es la mentira oficializada”.

Si los embusteros merecen el repudio social, es más degradante que en la propia comunidad abunden los cretinos que a ciencia cierta los consienten y aplauden, si se trata de gobernantes.

No obstante, debemos distinguir falacias y arrogancias de lo que son tonterías producto de la ignorancia supina. Por ejemplo: hace días en “la mañanera del pueblo” la emperatriz “conminó” cinco veces a una reportera para que primero investigara el hecho cuestionado por ésta. Fue evidente que sólo quiso invitarla, proponerle o sugerirle, porque conminar significa según la RAE “apremiar con potestad de mando a alguien para que obedezca; es requerir a alguien el cumplimiento de un mandato, bajo pena o sanción determinada”. Fue claro que en ese caso no hubo intención de amenazar, sino ignorancia presidencial.

El océano de equívocos y engaños, privados y públicos, en el que estamos inmersos hace que México ocupe uno de los peores lugares de corrupción en el mundo; y si ya estábamos mal, en el sexenio pasado subimos 37 vergonzosos lugares frente a 180 países.

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El obradorato logró ese ignominioso récord por ser esencialmente inepto, corrupto y corruptor. Lo que no destruye lo pudre; no pierde tiempo en perdonar a los corruptos y cínicos que se le adhieren, simplemente los asimila, ensalza y premia, porque le sirven para aumentar su capacidad depredadora. Los casos son escandalosos y conforman un enorme catálogo que aumenta día con día. Los que pierden otros espacios de medro o son perseguidos judicialmente por pillos llegan presurosos a la casa del señor. No hay el tal Prian, lo que existe es un Primor, pues la inmensa mayoría que constituye Morena viene del viejo PRI, empezando por su fundador y muchos de sus principales cabecillas, y todos ellos tienen las mañas de origen, pero en modo cavernario.

La cereza de tan fétido pastel es la insolencia sin límites con la que acciona el obradorato, simuladamente encabezado por quien, según Trump, es la “mujer maravillosa”. Esa que, sumisa ante el imperio, mandó tropas a la frontera norte y confronta ahora sí al narcotráfico, dijo desafiante: “Que nadie se atreva a violar nuestra soberanía; tengo un pueblo que me respalda”.

Por cuanto a la violación a la soberanía, imagínese usted las carcajadas del yanqui. Lo del respaldo ofende a millones de mexicanos que no la respaldamos. La defensa a nuestra soberanía es doble compromiso para nosotros, pues también implica combatir al gobierno faccioso, inepto y falaz.

No es soberano un país acogotado por rufianes.


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