México en Llamas: Entre un Trump Desquiciado y un Gobierno Mexicano Genocida

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Resumen: Mientras Trump intensifica su ofensiva demagógica desde Estados Unidos, en México nos consume la inacción de un gobierno subordinado y la indiferencia de una oposición egoísta. La nación se desmorona, y el pueblo queda como espectador silencioso ante una tragedia evitable.

Mientras Donald Trump desata su maquinaria de caos desde la comodidad de la Casa Blanca, en México la tragedia se despliega con un dramatismo pasmoso. Trump, con su demagogia enfermiza, su narcisismo delirante, su absoluta falta de empatía y su nostalgia por el imperio, ha convertido su política comercial en una versión grotesca de “Ghostbusters”: mucha parafernalia, poco sustento, pero consecuencias devastadoras.

En otros países, con instituciones sólidas y contrapesos reales, cuatro años de un lunático en la Casa Blanca se superan. Pero aquí, atrapados entre la inercia y la sumisión, nuestra desgracia no termina en la frontera. Se multiplica dentro, porque quienes deberían defendernos prefieren obedecer a los criminales externos e internos. El gobierno mexicano —tutelado desde el retiro por López Obrador y ejecutado por una marioneta de bata blanca— ha preferido plegarse, callar y actuar como si nada pasara.

Mientras el mundo intenta contener a Trump, Morena sigue haciendo lo único que domina: fingir. Fingen gobernar, fingen preocuparse, fingen tener un plan. Pero mientras ellos simulan, los mexicanos mueren. Mueren por falta de atención médica, por ausencia de medicamentos, porque los hospitales se han convertido en laberintos del abandono. Mueren también asesinados, en territorios que ya no pertenecen al Estado, sino al crimen organizado.

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Y la inflación galopa. Y los pobres se multiplican. Y los jóvenes caen, uno a uno, en las redes de la desesperanza, de la violencia, de las drogas. En ese contexto, Trump lanza mensajes contra nuestros migrantes en plena televisión mexicana, como si tuviéramos que escuchar sus amenazas también en casa. ¿Quién permitió eso? ¿Quién pagó por esa humillación? El gobierno, otra vez, no responde. No actúa. Está paralizado.

La oposición, por su parte, ha renunciado a oponerse. Sus líderes están más preocupados por conservar sus cuotas de poder que por enfrentar a un régimen que desmantela vidas, derechos y esperanzas. Y el pueblo, sí, el pueblo observa. Resiste en silencio, sufre en carne propia la tragedia, pero ha sido arrinconado al papel de espectador.

Ya no hablamos de crisis: hablamos de una forma de exterminio lento y cobarde. Un genocidio disfrazado de austeridad, de discurso ideológico, de pasividad política. La pregunta ya no es quién sobrevivirá, sino a qué costo.

El país está incendiado. Y no hay bomberos en el horizonte. Solo cenizas que se acumulan

@EnriqueDavilaV


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