Mantenerse contra viento y marea

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Todo navegante debe observar el horizonte para anticiparse a todo signo de tormenta, pero es el capitán del barco quien debe decidir si es prudente enfrentar la tormenta, modificar el curso o buscar refugio. No por ignorar los signos de tormenta, ésta se desvanecerá y si no se hace lo necesario. el barco corre el riesgo de naufragar.

México está en un mar proceloso desde hace tiempo, parte por las circunstancias externas y parte por las internas, pero también por las iniciativas atribuidas al capitán y a quienes lo rodean. A pesar de un inicio sorprendente que levantó esperanzas y aspiraciones, los detalles llevaron al barco a donde nadie esperaba.

Se dice que el diablo está en los detalles, especialmente cuando hay factores fuera de todo control -como la caída del precio internacional del petróleo-, pero quienes debieron atenderlos equivocaron decisiones y acciones. Por desatención, error de cálculo o deficiente actuación, el barco se adentró cada vez más en aguas procelosas. En vez de capear la tormenta modificando el rumbo o ajustando velas, se conservó la ruta y se mantuvo a quienes ayudan a dirigir el barco a pesar de su torpeza.

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Se ha sostenido a los primeros niveles a pesar de malas decisiones y se ha conservado -al menos abiertamente- a segundos y terceros mandos. Ni siquiera hubo cambio en la conducción de la CONADE a pesar del pobre desempeño en muchas disciplinas olímpicas y una triste ligereza del comportamiento de su dirigente. Como si en ese puesto, y en todos los demás, los resultados fueran los deseados.

Ayotzinapa ha sido un continuo dolor de cabeza, y los bloqueos de la CNTE y la CTEG se convirtieron en verdaderas migrañas porque no se supo ejercer la autoridad sin violencia. No se ha recurrido a ella porque se dijo privilegiar el diálogo, pero éste no da frutos pues se mostró debilidad durante largo tiempo. El gobierno no quería llegar a la fecha fatal del Informe con el problema magisterial, pero ha llegado sin una solución a la vista como si estuviera aterrado de tomar alguna.

Nuestro barco -México- requiere que su gobierno se decida a actuar. Ni el gran público ni menos los niños o los padres de familia deben de pagar por los bloqueos o por errores gubernamentales. Buena parte de la niñez está en peligro no sólo de no recibir una instrucción adecuada, sino de aprender los métodos que algunos maestros usan para lograr sus objetivos.

Seguir sin tomar decisiones correctas o sin llevarlas correctamente a la práctica, sólo hará que el barco penetre más en la tormenta. Quizá nadie piensa en la posibilidad de que el barco se hunda, pero seguramente el recorrido se hará cada vez más incierto, con bandazos frecuentes, al tiempo que el equipo deba ya de olvidarse de llegar a buen puerto en 2018. Y todo por mantener a los incapaces, a los superficiales y a los medrosos contra viento y marea.


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