El expresidente Andrés Manuel López Obrador, en una mañanera del 11 de mayo de 2020, hizo un llamado a la austeridad, exhortando a la población a evitar el consumismo excesivo: “No consumir de manera enfermiza. Si ya tenemos zapatos ¿Para qué más? Si ya se tiene la ropa indispensable, sólo eso. Si se puede tener un vehículo modesto para el traslado ¿Por qué el lujo?”. Este mensaje, central en su narrativa de la “austeridad republicana”, parece haber sido ignorado por algunos de sus correligionarios en Morena, quienes exhiben en redes sociales un estilo de vida que contrasta con los principios que el exmandatario promovía.
Figuras prominentes de Morena han sido señaladas por presumir en plataformas como X o Instagram ropa de marca, joyería de diseñador, viajes internacionales lujosos y propiedades de alto valor. Por ejemplo, se han documentado casos de morenistas que han adquirido departamentos valuados en más de 10 millones de pesos, casas de 12 millones o vehículos de varios millones, acciones que chocan con el discurso de sobriedad que López Obrador defendió durante su sexenio. Esta contradicción ha generado críticas en la opinión pública, que percibe una falta de congruencia entre el discurso oficial y las prácticas de los líderes del partido.
Discurso rebasado
El discurso político, en su esencia, busca construir una narrativa que conecte a los líderes con el pueblo. En México, la narrativa de la «austeridad republicana» y la «pobreza franciscana» fue un pilar fundamental del sexenio del expresidente Andrés Manuel López Obrador. Este mensaje, que abogaba por la renuncia a los lujos y el consumo desmedido, resonó con una parte significativa del electorado. Sin embargo, un análisis de la coyuntura actual revela una fisura evidente entre la prédica y la práctica dentro de las filas de Morena.
La incongruencia, lejos de ser un hecho aislado, se manifiesta en múltiples ejemplos que contrastan directamente con la visión del expresidente. Mientras López Obrador exhortaba a conformarse con lo indispensable, como «un par de zapatos» o «un vehículo modesto», las redes sociales y los medios de comunicación han exhibido a figuras clave del movimiento exhibiendo viajes costosos, ropa de marca, joyería de diseñador, e incluso la adquisición de propiedades de alto valor. Estas acciones no solo contravienen el mensaje de austeridad, sino que también generan una percepción de doble moral y de una élite política que, a pesar de su origen discursivamente popular, se mimetiza con los hábitos de la clase a la que criticaban.
Este fenómeno pone en evidencia una fractura en la identidad de Morena. Mientras López Obrador abogaba por una transformación basada en la modestia, algunos de sus seguidores parecen haber adoptado prácticas asociadas con la élite que el movimiento criticaba. Las redes sociales, en particular, han amplificado estas contradicciones, ya que los usuarios no tardan en señalar la incongruencia entre los mensajes de austeridad y las publicaciones ostentosas. Este contraste no solo afecta la percepción pública de Morena, sino que también plantea preguntas sobre la dirección ideológica del partido bajo el liderazgo de Sheinbaum.
Reacción en Palacio Nacional
La reacción de la presidenta Claudia Sheinbaum ante esta situación ha sido particularmente reveladora. Al ser cuestionada sobre la adquisición de una casa de 12 millones de pesos por parte de Gerardo Fernández Noroña, la mandataria optó por minimizar el hecho y desviar la atención hacia un tema diferente, el caso de Genaro García Luna. Este tipo de táctica, conocida en el argot político como «cortina de humo» o «distractor», busca trasladar el foco del debate de una polémica interna a un escándalo de la administración anterior. Al preguntar de manera retórica «¿Qué es más importante?», Sheinbaum no solo intentó relativizar la incongruencia de su partido, sino que también buscó capitalizar la indignación pública en torno a un caso de corrupción ya juzgado, para evadir una discusión incómoda sobre la ética y la congruencia de los miembros de su propio movimiento.
Esta estrategia, aunque potencialmente efectiva a corto plazo para mitigar el daño mediático, subraya la falta de una respuesta contundente ante los cuestionamientos de la sociedad. En lugar de abordar la raíz del problema, que es la aparente desconexión entre el discurso y la realidad de los políticos de la 4T, se recurre a la confrontación con el pasado. Este enfoque impide un debate serio sobre la rendición de cuentas, la transparencia y los estándares de comportamiento que se esperan de una clase política que prometió una transformación profunda.
Este intento de distracción refleja la dificultad de Morena para mantener una imagen coherente con los valores de austeridad y honestidad que prometieron al electorado. La narrativa de Sheinbaum busca priorizar debates sobre corrupción pasada, pero no aborda directamente las críticas hacia la opulencia de algunos morenistas, lo que podría debilitar la credibilidad del partido.
En conclusión, el mensaje de austeridad del expresidente López Obrador, aunque poderoso en su momento, ha demostrado ser un espejo en el que muchos de sus correligionarios se niegan a mirarse. La incongruencia entre la retórica y la acción no solo erosiona la credibilidad de un movimiento que se presentó como moralmente superior, sino que también plantea serios interrogantes sobre la viabilidad de su proyecto a largo plazo. La táctica de la administración actual de desviar la atención, en lugar de enfrentar la crítica, evidencia la vulnerabilidad de una narrativa que, con cada nuevo escándalo de lujo y ostentación, se aleja más de su promesa original.
La falta de congruencia entre el discurso de austeridad de López Obrador y las acciones de algunos morenistas refleja una crisis de identidad en el partido gobernante. La presidenta Sheinbaum enfrenta el desafío de reconciliar estas contradicciones para mantener la confianza de los ciudadanos, mientras la oposición aprovecha estas fisuras para cuestionar la autenticidad de Morena. La discusión sobre la austeridad, lejos de ser un tema del pasado, sigue siendo un punto crítico para la política mexicana.
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