La consulta

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La eficacia de una consulta pública está ligada a la sinceridad de las respuestas que la constitu-yen. La segunda cuestión radica en un número suficientemente alto de participantes. Una pro-porción muy baja del total del universo encuestable vuelve inoperante el ejercicio. Esto se ve en el caso del muestreo en materia electoral, donde es indispensable que la “cuenta rápida” se apoye en una selección matemáticamente equilibrada de las diversas variantes que constituyan la información.

La propuesta, avalada por el Presidente de la República, de realizar una consulta nacional sobre la legalización de la mariguana depende para su utilidad de que, tras de una convocatoria general, en ella participe una alta proporción de la población. Pero, además, es indispensable que sea realmente representativa. Una consulta realizada entre los que están en favor o en contra del tema en cuestión será bastante inútil.

En la consulta sobre la mariguana es posible que la balanza se incline a favor de los que, atendiendo a la natural inclinación que todos tenemos por respetar a la libertad personal, respondan afirmativamente a la pregunta sobre la liberación sin control del uso, comercio y producción de dicha droga. Todos sabemos, por el contrario, que la libertad ejercida sin un marco claro de referencia que evite caer en libertinajes, es contraproducente desde el punto de vista individual o social.

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Liberalizar el uso de la mariguana es cosa delicada por varias razones, entre las cuales está el deterioro científicamente comprobado de las funciones cerebrales y con consecuencias en la conducta personal. Una sociedad sana está constituida por individuos sanos y hay que tomar muy en serio lo que afecte la salud mental. El tabaquismo no altera la conducta por intenso que sea. Es preocupante que en jóvenes mexicanos de 13 a 15 años de edad, los que ya fuman mariguana superan en número a los adictos al cigarro. En cuanto al alcohol, es su abuso lo que altera la tranquilidad de la convivencia social. El caso de la mariguana es distinto. Sus efectos nocivos aparecen desde su uso habitual sin tener que llegar a etapas de abuso para detectar sus efectos en el carácter y conducta personales.

Todo lo anterior tiene que ver con la evaluación que se haga de lo que arroje la eventual consulta nacional. Hay regiones de México donde el consumo de la mariguana es socialmente aceptable y tradicional, lo que dará una respuesta positiva a la pregunta sobre la legalización de la misma.

Otras regiones, empero, están más alertas a los males que el consumo de la mariguana implica, especialmente para los niños y jóvenes. Ahí el resultado de la consulta será negativo.

La diversidad de las apreciaciones subjetivas indica que en el mejor de los casos la consulta será inconclusa para efectos políticos y legislativos.

Frente a una cuestionable consulta, lo más seguro es atenernos a la información clínica que nos aporta la ciencia médica para conocer el grado de nocividad de la mariguana en términos de deterioro de la función cerebral. Es en el consumo habitual donde hay que trazar la línea de defensa para la salud social. La liberación de la producción, comercio y consumo de la mariguana para fines de recreo o “lúdicos”, que banaliza un hecho de serias consecuencias, no es una buena solución. Autorizar el empleo de la mariguana como tratamiento terapéutico, requiriéndose receta médica en cada caso, parecería una prevención sensata. Habrá que tomar en cuenta, sin embargo, la facilidad con la que pudieran circular recetas “médicas” hechizas.

No basta ceñir el tema que nos ocupa a sus repercusiones en cuanto al buen orden y tranquilidad de la comunidad. Es obvio que hay que prevenir antes que remediar. Lamentablemente, los problemas de seguridad pública y la necesidad de combatir el tráfico de drogas seguirán con la liberalización de las drogas, comenzando por la mariguana, mientras el asunto quiera verse desde la óptica del recreo o placer personal.

Afortunadamente, la Secretaría de Salud se ha pronunciado claramente en contra de la liberación o legalización de las drogas, empezando por la tradicional mariguana. La gran consulta será interesante, pero nunca concluyente. El criterio que debe prevalecer es el de la salud pública, empezando por nuestros niños y jóvenes.


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