Gómez Morín, acuñó un lenguaje muy especial dentro de la relación de sujetos activos con la democracia panista. Tenía que dejar de ver la diferencia con el lenguaje socialista de aquella época romántica de la postrevolución mexicana.
Mover las almas fue la virtud más excelsa para omitir la cosificación de las personas.
Javier Corral vuelve a articular este lenguaje ya sepultado por las dirigencias nacionales del PAN, ya que dado a la mala fe, de tratar a los militantes panistas como sujetos sin libertad y sin esencia los hace vulnerables a ser tratados como objetos para satisfacer fines inmediatos y materiales.
Sartre sostuvo y sostiene en sus tesis filosóficas que el hombre está condenado a ser libre, siempre y cuando sea tratado como esencia material.
Gómez Morín y Efraín González Luna, sin ser existencialistas lograron hacer un partido existencialmente humano y espiritual, sin que esta se pueda enajenar como si fuera mercancía.
Esta esencia espiritual que ha caracterizado al panismo por cerca de 8 décadas, es la que pretende rescatar Javier Corral cuando sea el dirigente nacional del PAN.
Naturalmente que los que ahora mercantilizan con la libertad de los panistas se oponen a ello.
De allí que esta no sea una tarea sencilla, toda vez que Madero, quien empeñó su consentimiento en el “Pacto por México” para impulsar al Peña Nieto, como el principal reformador de la historia de México, después de Juárez, tendrá que ratificar este convenio con Ricardo Anaya.
Anaya está en la misma cuerda con Madero y por ende con Peña Nieto. La debacle electoral, de la peor votación que ha logrado el PAN, está en las aspiraciones de Ricardo Anaya.
Javier Corral representa el reflejo de la esencia espiritual panista, su proyecto de partido, es el mismo que encabezaron Morín y
González Luna, lo de mas es puro invento fetichista que está dispuesto a seguir medrando de las migajas que le deja el poder por su sumisión y servilismo al servicio de las ambiciones de Peña Nieto.
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