¿Por qué tenemos gasolina cara?

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Con el aumento que entró en vigor el 1 de enero, las gasolinas y el diésel reforzaron su carácter de ser de los combustibles más caros del continente. Si bien no llegan a los exagerados costos que alcanzan en Europa, sí sobrepasan, y por bastante, las de nuestros socios comerciales. En toda Europa los combustibles alcanzan un precio aún mayor a causa de los impuestos que los afectan, pero esos impuestos se traducen en mejores obras viales que devuelven con creces lo cobrado. Los países del viejo continente además tienen que importar casi todo el crudo que emplean para refinar gasolinas (excepto Gran Bretaña, Noruega y Rusia).

Pero tanto en Canadá, Estados Unidos y Europa los precios de las gasolinas siempre toman como referencia al precio del crudo internacional. Si sube éste, suben los precios de la gasolinas; si desciende esta materia prima, descienden los precios. Aunque no siempre hay relación directa entre el aumento del crudo y el de las gasolinas, la tendencia existe; al bajar aquél, disminuye el precio de las gasolinas, pero si se incrementa, suben. Ahora que el precio del crudo está por debajo de la mitad del año pasado, las gasolinas debieran haber bajado en México. En nuestro país nunca hemos visto que los precios de las gasolinas desciendan.

El aumento en los precios de las gasolinas tiene una incidencia multiplicadora en la inflación pues no sólo se usan para consumo privado, sino también para la producción y el transporte de mercancías. Productos industriales y del campo van a subir más de precio por su causa, además de su variación normal anual. El año pasado la inflación no pudo llegar a la meta del 3% en parte por los aumentos de los combustibles, que elevaron su precio "para ajustarse a los precios internacionales". Pero ahora que las gasolinas no sólo ya alcanzaron esos precios, debido a que el del crudo descendía, ya han bajado, pero sólo en el extranjero.

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En México no existe una adecuada libre competencia. Aunque algunas estaciones se distingan por buen servicio, litros bien medidos y limpieza, no hay otra razón que los distinga porque el producto es el mismo. Además no pueden variar el precio de venta ni proporcionar más ventajas. Salvo por detalles como servicio y limpieza, todas son iguales. El que haya dos calidades de gasolina, no es suficiente para hablar de la existencia de una verdadera competencia. En la mayoría de los países existe más de una compañía refinadora y sus estaciones tienen la libertad de fijar precios unos centavos por arriba o por debajo del de referencia de cada empresa. Estas dos diferencias permiten la competencia de marcas y de estaciones, a las que se añaden el de la calidad.

Los precios con que se venden las gasolinas incluyen el costo de producción y distintos impuestos, pero en muchos países, incluyendo el nuestro, los impuestos son mayores que los costos de producción. Por eso el verdadero problema de las gasolinas en México es que en vez de ser consideradas como un servicio, son asumidas como generadoras de ingreso fiscal. Del mismo modo las exportaciones de crudo se usan como fuente de ingreso fiscal, incluso más allá de lo prudente. Ahora que los precios del crudo son de la mitad de lo presupuestado para 2015, la autoridad fiscal prefiere compensar la caída de sus ingresos por venta de crudo que rebajar el precio los combustibles en el país.

La autoridad fiscal es la verdadera responsable de que las gasolinas sean tan caras en México. Le importa más que el gobierno tenga recursos para gastar que el bienestar de los ciudadanos. Su programa fiscal ha errado ya dos años afectando nuestra economía con un desempeño deplorable, con crecimientos de menos de la mitad de los que tuvimos en el pasado reciente. Su proyecto fiscal tiene el defecto adicional que ha afectado especialmente a pequeños y medianos empresarios. Con ello ha abierto la brecha entre las grandes empresas y las PYMES, que son las que en verdad crean empleos.

El Secretario de Hacienda se ha mantenido contra viento y marea, a pesar de las protestas crecientes de pequeños y grandes empresarios, así como de comerciantes en pequeño. Para los mexicanos queda claro el modo de pensar de este funcionario más interesado en captar recursos para el gobierno que en el bienestar de los ciudadanos.


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