Endeudarse

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Endeudarse -como persona, como empresa, como país- es recorrer un camino ambiguo que puede iniciar atractivo pero puede tornarse difícil. Parece atractivo, hasta inofensivo, como si endeudarse facilitara la vida, la hiciera más sencilla y placentera. Pero es ingenuo no considerar que los préstamos tarde o temprano tendrán que pagarse.

Hay momentos en la vida personal o empresarial que es necesario endeudarse, como para comprar una vivienda o ampliar un negocio, ocasiones que sólo pueden hacerse con el auxilio de recursos externos. Pero se requiere extremar precauciones. Todo préstamo debe hacerse con cuidado pues los intereses pueden hacer impagable una deuda.

Las empresas que prestan dinero, excepto contadas excepciones, no son instituciones de caridad, y demandan no sólo la devolución íntegra del préstamo, sino el pago de intereses. Cualquier retraso en pagos acordados los mueve a demandar se paguen de inmediato. Si los impagos se repiten, procederán a la rescisión del préstamo y a embargar bienes del deudor.

Si bien se han realizado cambios legislativos para proteger a los deudores, no los van a defender de sus errores o de su imprudencia. Ninguna legislación puede llegar al extremo de inhibir los préstamos, necesarios para el funcionamiento de cualquier economía. Sin la posibilidad de crédito, empresas e individuos tendrían que financiarse sólo con sus ahorros.

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Las transacciones en moneda extranjera, sea en préstamos personales, corporativos o estatales, merecen especial cuidado. Deben generar recursos suficientes en la misma moneda para poder cubrirlas. Aunque pedir préstamos en dólares es más económico pues cobran intereses menores que en pesos, si no se utilizan para generar dólares (por exportaciones o por turismo) se corre el peligro de que una devaluación aumente la cantidad a pagar en moneda nacional.

Endeudarse se ha vuelto muy popular en la administración pública, no sólo en la federal -que lo ha hecho desde que somos país independiente- sino cada vez más en las estatales. Ya hay muchos estados con una deuda que superan sus presupuestos anuales de egresos; se han endeudado con ligereza pues saben que ellos no las pagarán, que lo harán administraciones futuras. Sin mayor consideración, lo hacen para hacer más obra pública en el mejor de los casos, cuando no para pagar lujos, errores y dispendios.

Las autoridades federales deben tomar cartas en este asunto y dar ejemplo de que recortarán sus erogaciones para reducir el endeudamiento. Sin duda deben limitar el ambicioso programa carretero y apretar el cinturón del gasto público. Al mismo tiempo tienen la obligación de asegurarse que ninguna entidad federativa se endeude por encima de su capacidad de pago para que este gobierno no pase a la historia con el terrible agravante de otra devaluación catastrófica.


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