México enfrenta un preocupante aumento en el número de suicidios. Las cifras de la consultora TResearch, basadas en datos del INEGI, revelan que en 2024 se registraron 8,856 suicidios en el país, lo que representa una tasa de 6.8 por cada 100 mil habitantes. Esta cifra es parte de una tendencia creciente que se ha mantenido durante más de una década, ya que la tasa nacional ha pasado de 4.9 en 2013 a 6.8 en 2024.
El problema es más agudo en ciertas regiones. Los estados con las tasas más elevadas de suicidio en 2024 son Chihuahua, Yucatán, Aguascalientes y Quintana Roo. Además, la brecha de género es significativa: en 2023, la tasa de suicidio en hombres fue de 11.4 por cada 100 mil habitantes, mientras que en mujeres fue de 2.5.
El ahorcamiento es el método más frecuente de suicidio en México, representando el 85.5% de los casos en 2023. El análisis de TResearch indica que esta práctica fue ligeramente más común en hombres (85.7%) que en mujeres (84.7%).
¿Quiénes, dónde y cómo? Los datos que alarman
Al desglosar las cifras por grupos de edad, los datos revelan que la población de entre 30 y 44 años es la más afectada, representando el 18.8% de los casos de suicidio en 2024, con un 3.1% para las mujeres y un 18.8% para los hombres en este grupo. Le sigue de cerca el grupo de 15 a 29 años, con el 15.4% de los suicidios. Esto muestra que la problemática es especialmente grave en la población joven y adulta en edad productiva.
El lugar donde más se registran estos actos es el hogar. Según la encuesta, en 2024, el 68.9% de los suicidios ocurrieron en viviendas particulares.
El nivel de escolaridad también juega un papel. La tasa de suicidios es más alta entre personas con estudios de secundaria completa (29.4%), seguidas por quienes tienen bachillerato (22.5%) y primaria completa (17.7%).
Ante este panorama, la salud mental emerge como un tema de política pública urgente. Los datos de TResearch evidencian que el suicidio es un problema complejo y creciente en México que demanda una atención integral para su prevención. Se necesitan programas de salud mental accesibles, educación para identificar factores de riesgo y un enfoque de política pública que aborde el problema con la seriedad que merece.
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