El PRI de Ochoa: rehacerlo o regresar a la oposición

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La figura de Enrique Ochoa Reza como nuevo presidente nacional del PRI representaría una segunda ruptura generacional y política en la conducción política de la república. El nuevo dirigente priísta carece de formación política y social, su tarea ha sido en el área técnica y ya parece haber caído en las redes seductoras de las política de las matracas.

Esta fractura generacional es similar a la operada por Carlos Salinas de Gortari en el periodo 1986-1994 bajo la cobertura del Programa Nacional de Solidaridad y de la Secretaría de Desarrollo Social. La nueva generación de políticos salidos del área técnica se posicionó de los espacios de la política social para consolidar el proyecto neoliberal de desarrollo, esa primera ruptura se tropezó con Ernesto Zedillo y la derrota del 2000.

El nuevo recambio en la conducción del PRI ocurre en un escenario de adversidad y luego del fracaso de la presidencia partidista de Manlio Fabio Beltrones, aunque Beltrones no manejó al PRI en los hechos sino que apenas fue un intendente de Los Pinos.

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La presidencia de Ochoa Reza fija la conducción directa del PRI desde Los Pinos, ya sin intermediarios de la vieja política. Lo que falta por saber es si el nuevo dirigente tendrá la capacidad de redefinir el rumbo y la estructura del PRI en el corto plazo, ya el partido metido en una disputa de grupos por la candidatura presidencial, con una base electoral decreciente, con el PRI abajo en las tendencias electorales del 2018 y adelantada la disputa por la gubernatura del Estado de México.

La apuesta de Peña Nieto por Ochoa Reza-Los Pinos se moverá en el escenario político negativo:

1.- La baja calificación presidencial y el papel descalificador de las redes sociales.

2.- El posicionamiento adelantado en tendencias electorales de López Obrador y el PAN.

3.- El costo social de la crisis económica y las reformas estructurales y su impacto en los estados de irritación social electorales.

4.- La insuficiencia de los votantes corporativos del PRI y la volatilidad de electores que saben ya de su capacidad en el uso del voto útil y el voto de castigo.

5.- La formación de grupos sucesorios dentro del gabinete presidencial y la lucha desbordada en medios. La designación de Ochoa Reza podría ser un paso adelantado en Los Pinos de la candidatura del 2018.

6.- El uso de la alternancia hacia el PAN como voto de castigo al PRI manteniendo la continuidad del proyecto de desarrollo. El votante le perdió el miedo a la alternancia hacia el PAN.

El exceso de confianza electoral en junio del 2015 permitió las nominaciones de doce candidatos a gobernador para el 2016 en función de una lectura equivocada del mapa electoral; las derrotas de gobernadores salientes impugnados por la sociedad fue un probable adelanto del escenario de las elecciones presidenciales del 2018.

En el momento en que el gobierno priísta necesitaba una reorganización total del PRI llegó Ochoa Reza al partido para conducir los dos procesos vitales para la sobrevivencia del peñismo: la gubernatura del Estado de México y las presidenciales del 2018. La tarea de relanzar al PRI en esas dos estaciones del poder le corresponderá a un tecnócrata de fácil sonrisa y al grupo de élite de Luis Videgaray. El escenario será sencillo: la presidencia o el regreso a la oposición.

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Política para dummies: La política se basa en la realidad y no en los buenos deseos o las complicidades.

Sólo para sus ojos:

  • Dicen que el presidente Peña Nieto hubiera ganado más puntos –y los necesita– con un manotazo directo a los gobernadores de Veracruz, Quintana Roo y Chihuahua y no triangular el tema de fiscalías tapaderas a través de la Suprema Corte. Al parecer, el camino legal deja aún puertas abiertas a la impunidad.
  • Sin pena n i gloria y con muchos gritos de acarreados el registro de Enrique Ochoa Reza como dirigente nacional del PRI. Llamó la atención su primer discurso en el partido con figura, tono, contenido y gritos demagógicos, como viejo priísta.
  • De las quejas contra la designación no deben desdeñarse las de Dulce María Sauri, presidenta del partido en la derrota del 2000, y de Ulises Ruiz Ortiz, gobernador derrotado en el 2010. Los dos revelan apenas la punta del iceberg del descontento. El mecanismo letal para el PRI es el de la pasividad ante decisiones no consensadas.
  • Crece repudio social al faraónico edificio que quiere construir el Instituto Nacional Electoral y que costarás mil 100 millones de pesos.

 

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@carlosramirezh


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