El desafío de los partidos políticos

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Los partidos postulan a quien garantice el triunfo sin importar su posterior desempeño.

Don Adolfo (Ruiz Cortines), con una mirada a la pupila de su interlocutor, calibraba el alma del hombre.
Carlos Alberto Madrazo Becerra

A Gerardo Gutiérrez Candiani, por su magnífico desempeño en el CCE.

Lo más difícil en política es seleccionar hombres y mujeres para cargos a candidatos de elección popular o como funcionarios de la administración pública. Evidentemente, no es éste el mejor momento para presumir que estamos cumpliendo con esa difícil tarea. Ni remotamente en los tres órdenes de gobierno están las personas idóneas para conducir al país. Más bien es lo contrario. La carencia de liderazgos y funcionarios capaces es una de las más notables razones del malestar ciudadano con la política.

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En unas semanas más los partidos postularán a candidatos para contender por los cargos en disputa el año próximo. Viene a cuento una anécdota tabasqueña que ilustra el criterio prevaleciente en quienes toman decisiones. En enero del año 2000 cenábamos cinco mesurados y serenos tabasqueños: Héctor Argüello López (Q. E. P. D.), José Eduardo Beltrán, Andrés Manuel López Obrador, Humberto Mayans Canabal y yo. AMLO nos informaba que le solicitaban ser postulado para el gobierno del Distrito Federal, lo cual nos dejaba sin candidato a gobernador en Tabasco para contender contra quien seguramente designaría Roberto Madrazo Pintado. Nos prometía Andrés Manuel que, al tomar la decisión, seríamos los primeros en ser informados, dada la alianza que habíamos suscrito para impulsar un candidato común, promesa que no cumplió. Agregó que, de acuerdo con una encuesta mandada a hacer por él, el personaje mejor posicionado para ganar esas elecciones era Jesús Sibilla Oropesa, magnífico ser humano, ampliamente conocido por conducir el programa radiofónico de mayor penetración en el estado. Ingenuamente señalé que no dudaba de las cualidades de Sibilla como candidato, pero sí de su capacidad para gobernar por su inexperiencia política. López Obrador me increpó con una pregunta directa: “¿Y eso qué importa? Si vieras a los que he postulado”, a lo cual respondí: “¿Se trata de quítate tú porque ahí voy yo?”. Con el mayor desparpajo me confesó: “Así es”.

Ahí está el mal. Los partidos postulan a quien garantice el triunfo sin importar su posterior desempeño. Lo peor es que después son incapaces de condenar a uno de sus miembros cuando incurren en escandalosos desvíos del poder, lo cual cierra el círculo de una inmensa alianza de complicidades. Por eso hemos arribado a una pervertida democracia.

Ciertamente, no hay forma de conocer cómo actuará un hombre con poder. Siempre se corren riesgos. Sin embargo, sí podemos aventurar algunas recomendaciones.

Mis amigos panistas de Veracruz elaboraron un decálogo, conforme a los principios de doctrina de nuestro partido, que oriente a dirigentes y militantes para elegir candidatos: currículo dentro del partido, político, personal y ciudadano; probada honorabilidad (examen de confianza); tres de tres declaraciones; encuesta sobre nivel de conocimiento y de negativos; ejercicios de focus group; propuestas de gobierno; examen doctrinal; examen sicométrico y de liderazgo.

A algunos les podrá parecer una lista exagerada, pero me parece un buen inicio como propuesta sobre la cual reflexionar. Urge darle calidad a la política; de lo contrario, la amenaza de retroceso se torna más probable.

Mis amigos veracruzanos en reciente gira me llevaron a distintos medios informativos. La pregunta de los reporteros era insistente: ¿quién debe ser el candidato panista: Juan Bueno Torio o Miguel Ángel Yunes? No podía pronunciarme, pues se podía interpretar como un acto anticipado de campaña. Me limité a decir un viejo pensamiento: “Los malos ganan cuando los buenos deciden no hacer nada”.


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