Diferente

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Los lectores recordarán -aunque sea lejanamente- que éste fue el lema de campaña de Josefina Vázquez Mota cuando intentó, sin éxito, la Presidencia de la República en 2012. Erróneamente calculó que marcando distancia con quien era el titular del Ejecutivo en ese momento, podría evitar el costo político de la molestia popular causada por la lucha contra el crimen organizado. Su distanciamiento le acarreó no poder capitalizar los indudables aciertos de la administración de Felipe Calderón sin lograr dejar de cargar lo que el pensamiento popular consideraba un error: desatar la violencia entre las bandas de narcotraficantes.

Como todos sabemos, la entonces candidata quedó en tercer lugar en la elección a pesar de que su partido había logrado una economía estable y multiplicado la obra pública en los doce años que estuvo en el poder. El lema de "Diferente" quedó apabullado frente al "Tú sabes que voy a cumplir" del ahora Presidente Enrique Peña Nieto, incluso al de López Obrador, quien empleara "El cambio verdadero está en tus manos".

Si bien Peña Nieto nunca planteó expresamente que su gobierno fuera a ser diferente al de su antecesor, sí decidió que sus principales acciones de gobierno marcaran distancia con aquél. Entre otras cosas, decidió darle un bajo perfil a la lucha contra la delincuencia organizada e incluso logró alejar las noticias violentas de la televisión y de los diarios. Prefirió mejorar numerosos tramos carreteros antes que hacer grandes obras civiles, aunque sí terminó las grandes obras en proceso. Dejó sin acabar proyectos habitacionales sin llevar a cabo opción alguna.

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En su afán de marcar distancia tanto con antecesor como con el "viejo PRI", mostró no sólo una notable habilidad para comunicar sus actos de gobierno, sino una capacidad concertadora e incluyente al armar un pacto con todos los partidos de oposición para lograr varias reformas constitucionales. El primer año de su gobierno dio la sensación de que no sólo lograría un sexenio exitoso, sino que mejoraría radicalmente el nivel de vida de los mexicanos. Pero desde la aprobación del Paquete Fiscal y el Presupuesto Federal hace un año, esta sensación comenzó a cambiar.

El primer gran problema fue la Reforma Fiscal. Aprobada gracias a la colaboración del PRD a cambio de incluir al Distrito Federal como entidad federativa en la repartición de recursos, pronto encontró dificultades. Empresarios, en especial comerciantes en pequeño, tuvieron problemas para cubrir los procedimientos. También quienes habitan la zona fronteriza se encontraron con que tenían que pagar más IVA por sus compras en México, y los comerciantes fronterizos vieron caer ventas e ingresos.

Tampoco nunca pudo ejecutar totalmente la recientemente aprobada Reforma Educativa por la oposición de maestros e incluso de gobernadores. Resolvió al viejo estilo priísta dando concesiones a la disidencia para que no impidiera trabajar a las instancias de gobierno.

Otorgó licitaciones canceladas a amistades o a personas cercanas. Lo que sucedió con la cancelación de la concesión del tren rápido a Querétaro no ha sido explicado a satisfacción, al menos a la opinión pública nacional.

Peña Nieto tiene ahora poco tiempo para corregir su Presidencia. En junio del año próximo hay elecciones intermedias y con el desprestigio del manejo del caso Ayotzinapa aunado a la baja popularidad presidencial, su partido no podrá imponerse electoralmente. Ya no estamos a mediados del siglo XX donde había posibilidades de alterar una elección, por lo que si no toma medidas constructivas eficaces va a perder el control de la Cámara de Diputados, y le va a ser aún más difícil gobernar.

Sólo si su gobierno es capaz de dar con los desaparecidos, llevar a juicio a los responsables, terminar los contubernios de autoridades y policías con narcos, reducir la criminalidad y reactivar la economía, gane o no su partido las elecciones del año próximo, podrá terminar con éxito su administración. Para ello tendrá que fortalecer el Estado de Derecho, tener como Secretarios a los mejores hombres, no a incondicionales, exigirles resultados o demandar responsabilidades y, sobre todo, terminar con la costumbre de repartir concesiones en vez de hacer licitaciones claras y transparentes. El pueblo de México lo requiere y a él le conviene hacerlo.


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