Crisis en los partidos

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Mucho se ha afirmado que las crisis representan, en realidad, oportunidades de crecimiento y mejora. Para las empresas –como para los partidos políticos– una crisis es la ocasión para demostrar sus capacidades para salir adelante… o el momento final de su existencia. Este año, como cualquiera puede comprobar en los medios, los partidos han enfrentado diversas crisis que nos muestran cual podría ser su destino.

La oportunidad

Puede deberse a distintos motivos, a errores humanos, a la pérdida de posiciones, a escándalos surgidos por la revelación de conductas inapropiadas o por ya no representar una opción para el votante, pero el caso es que los partidos también entran en crisis de vez en cuando.

            Los recientes resultados electorales son una muestra de ello, pues ya se han dado dos renuncias de dirigentes nacionales derivados de cómo les fue en las urnas. Cabe recordar la crisis que sufrió el priísmo luego de la derrota en el año 2000 –lo cual se puede equiparar a una verdadera tragedia griega–, lo cual para muchos era algo impensable.

            En España, luego de dos jornadas electorales y la amenaza de que podrían irse a una tercera, también se habla de este problema para alguna de las agrupaciones políticas ibéricas.

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            En nuestra historia reciente, hemos conocido casos de partidos que han desaparecido luego de entrar en este tipo de condiciones, llegando a perder el registro, unos desapareciendo para siempre –como es la triste historia del Partido de la Sociedad Nacionalista o el Partido Demócrata Mexicano–, en tanto otros se resisten a la extinción y tratan de mantenerse vivos, aunque no reciban votos o prerrogativas oficiales, como en el caso del Partido Popular Socialista o el Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional, mejor conocido como el Ferrocarril.

            El tema a revisar, es que hacen los partidos al entrar en una etapa de crisis y qué lecciones pueden sacar de todo esto. En el caso del tricolor, las derrotas en el 2000 y el 2006 le sirvieron para regresar al Poder, agrupándose en torno a quien creía que los podría conducir de nueva cuenta a los primeros planos, el actual presidente de la república.

            Quizá el priismo no se dio cuenta a tiempo, que lo único que estaba reafirmando es su condición de partido vertical regido por la voluntad de un solo hombre, y que a falta de Presidente priísta de la República, el papel lo podía desempeñar un gobernador. Hoy están pagando esta ceguera y de nueva cuenta se están enfrentando a un escenario adverso con miras desalentadoras hacia el 2018.

            El panismo aún no sabe lo que es tocar fondo, a pesar de las crisis que han vivido en 1976 –cuando por divisiones internas no pudieron postular candidato presidencial– o en 2012 al quedar en el tercer lugar en la elección presidencial luego de dos triunfos seguidos en los comicios anteriores.

            Si bien han tenido problemas por malos resultados en las urnas, acompañados por deserciones y pugnas internas, aún no llegan a verse inmersos en algo que amenace su supervivencia como instituto político.

            En donde sí se ven como dinosaurios ante la caída de un asteroide es en el PRD, pues luego de la salida de López Obrador, de acabar en pleitos las elecciones de su dirigencia nacional, con problemas financieros graves, la renuncia de su actual presidente y la perdida de posiciones derivada de malos resultados en las urnas, se oye de nueva cuenta el llamado a refundar al partido, a modificar su actual estructura o a prepararse para su extinción.

El PRD, sumido una vez en una crisis, puede estar frente a una oportunidad para replantear su proyecto gracias a una reorganización a fondo que destierre las constantes pugnas entre sus distintas expresiones (tribus), encabezando un conjunto de propuestas de corte socialdemócrata.

            Sin duda, en el concierto partidista nacional, es el caso más interesante para estudiarlo en el contexto de los problemas que tiene para sobrevivir, por lo que las decisiones que tomen sus integrantes los primeros días de julio –cuando se hace efectiva la renuncia de Agustín Basave–, de cara al futuro cercano y a los retos políticos que se le presenten.

            Otras fuerzas, como Morena, no tienen en su horizonte próximo un escenario de crisis, pero harían bien en adelantarse y prepararse ante una ausencia que daría al traste con todo su proyecto, pues en caso de que ya no contarán con Andrés Manuel López Obrador –recuerden su infarto de hace un par de años– el partido podría simplemente desaparecer al no contar con un líder con la influencia y atractivo para amplias capas ciudadanas que aún están dispuestas a dar su voto al verlo en la boleta.

            En el ámbito del manejo de crisis, la primera recomendación es evitarla, adelantándose a las condiciones que pudieran hacer que surgiera una, en ese sentido es interesante preguntarnos qué están haciendo los partidos en este sentido y si tienen algún plan para enfrentarlas.

Del tintero

Luego de los resultados electorales en España, más de uno se pregunta si allá nos están copiando o somos nosotros los que heredamos un sistema de partidos que pone los pelos de punta luego de la conquista.

 

Twitter: @AReyesVigueras


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