Conflictos sociales y partidos

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Siendo México un país con desigualdades y pocos mecanismos de negociación efectiva, además de tener un gobierno con prioridades alejadas de las expectativas sociales, es lógico que surjan constantemente conflictos sociales en distintas regiones y por diversos motivos. Los partidos no son ajenos a este tipo de movimientos, unas veces participando como mediadores y otras para ver que provecho pueden obtener de esto.

Protestas y votos

Es muy conocida la imagen que dibuja que detrás de cada movimiento social –que muchas veces acaba en conflicto por la ineficacia del gobierno para responder a sus demandas–, hay alguien que se beneficia. Este escenario, muy utilizado en análisis superficiales en medios y redes sociales, dibuja muy bien lo que sucede en buena parte de los acontecimientos que vivimos como nación.

 

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         El enfrentamiento entre el gobierno y la CNTE por el tema de la reforma educativa es un buen ejemplo de cómo podemos llegar a convertir un diferendo en una batalla campal. La opinión pública se encuentra dividida y una parte culpa al gobierno por tratar de imponer una medida más administrativa que pedagógica, en tanto otro segmento acusa de intransigencia al movimiento magisterial.

         Encontrar quien tiene la razón es un tanto complicado por la cantidad de intereses y de propagandistas, en uno y otro bando, que intentan imponer su particular visión de las cosas.

         Además, tenemos otros ejemplos en los cuales el esquema descrito en los párrafos anteriores se reproduce, como si fuera una calca de un instructivo que indica que hacer. Así, los problemas se acumulan en Sonora, Guerrero, Michoacán, Tamaulipas, Veracruz, entre otros estados con potencialidad de ofrecer este tipo de conflictos, sin que se encuentre una solución a corto plazo.

         ¿Qué hacen nuestros partidos ante este panorama? Poco si nos atenemos a sus expresiones públicas, pues algunos de ellos –que no se sienten identificados con el tema–, son discretos y sólo atinan a pedir diálogo para solucionar la protesta; otros tratan de defender al gobierno, pues es parte de sus militantes, tratando de explicar porque tiene la razón la administración pública; finalmente, otros institutos políticos se subirán al tema para mostrarse como una oposición firme en contra del gobierno represor, buscando que eso les beneficie en las urnas más tarde.

         Pensar que se actúa, alguna de las partes, de forma honesta y sin otro interés que resolver un conflicto es pecar de ingenuidad, pues nuestra clase política ha dado muestras de que lo importante para ellos es su propio bienestar, no ayudar a la ciudadanía a resolver sus problemas.

         De esta forma, el conflicto social se convierte en una poderosa bandera para cualquier político o dirigente partidista, en la búsqueda de llevar agua a sus respectivos molinos, tratando de aparecer en las imágenes que circulan en redes y medios masivos.

         Quien piense que esto no es así, debería contestar preguntas como: ¿por qué tardan tanto en resolverse problemas que se podrían solucionar con una orden del gobernante en turno o con una revisión objetiva de lo que marca la ley?

         ¿Por qué cada demanda, justa o exagerada –eso que lo juzgue cada quien–, va acompañada de protestas que culminan en actos violentos, como si esa fuera la vía para resolver el problema más rápido?

         Llevamos años asistiendo a marchas, plantones y protestas con una variedad de temas que uno no sabe porque razón no se resuelven, como ha sido el caso de las pensiones de braseros, exigencias de aumentos salariales de maestros, del movimiento de los 400 pueblos, de Antorcha Campesina, de los defensores de la Tierra de Atenco, el SME, entre muchos otros a los que más recientemente se han sumado los padres de los normalistas de Ayotzinapa, familiares de desaparecidos y los que sumen a este tipo de movimientos.

         Da la impresión que nuestros partidos no pueden idear propuestas para solucionar las demandas que surgen en distintas zonas del país, a la vez que los gobiernos (emanados de estos mismos partidos) son incapaces de cambiar las condiciones que generan tantas demandas, mismas que crecen porque –en algunas ocasiones– a algún actor político le conviene que la protesta no se resuelva, para administrarla y sacar provecho inmediato de esto o por simple incapacidad –por no decir ineptitud, que también puede convenir a alguien.

         No es estar en contra de la protesta, pues por algo se da, sino en voltear la mirada a lo que es el verdadero problema: un sistema que no ofrece soluciones a los problemas que tenemos y, al contrario, estimula que éstos se conviertan en conflictos sociales, con dosis de violencia cada cierto tiempo.

         Si como sociedad seguimos permitiendo que esto continúe, el día que nos toque lidiar con un problema no hay que quejarse porque resolverlo es muy complicado, hemos contribuido a que así sean las cosas hoy.

Del tintero

En el mundo de las redes sociales, un usuario de Facebook llamado Pablo Reyes –sin parentesco con quien esto escribe–, lanzó a finales 7 profecías que –sorprendentemente– se han estado cumpliendo. Las primeras se tratan de la muerte de figuras del mundo del espectáculo como fue el caso del cantante Prince –fallecido recientemente–, así como algunos otros hechos que han sucedido. Pero lo interesante, para nuestro tema, es que adelantó el triunfo de Hillary Clinton, así como el deceso de Donald Trump… En noviembre confirmaremos si le atinó.

 

Twitter: @AReyesVigueras


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