AMLO: Entre dos fuegos

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Si nos guiamos por ciertas señales –declaraciones, reuniones y actos que se han dado en fechas recientes–, el movimiento que llevó al poder a López Obrador –en realidad una amalgama de intereses– podía enfrentar en breve un choque, mismo que explicaría el porqué el presidente ha aparecido en eventos recientes cansado y hasta con signos de ser víctima del estrés. Y es que cuando los extremos chocan, nada bueno se puede esperar.

Choque de trenes

Se ha dicho que el actual gobierno federal es uno de izquierda, aunque al ver la participación de gente como Alfonso Romo, Manuel Espino, Germán Martínez, Olga Sánchez Cordero y otros, muchos de quienes afirmaban eso han tenido que replantear su afirmación.

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Pero para los de la izquierda, poco importa convivir con empresarios como Carlos Lomelí o Jaime Bonilla, expanistas como Gabriela Cuevas, o ex priístas que añoran el nacionalismo revolucionario como Ricardo Monreal o Manuel Barttlet, si lo que consiguen es llevar a la práctica su agenda.

Tampoco importa el acercamiento del presidente con representantes de las iglesias evangélicas o con sacerdotes católicos –al menos en teoría– como Alejandro Solalinde.

Después de todo, fue un movimiento, no un partido político, el que llegó al poder.

Pero ese factor es precisamente el que podría incubar una batalla que pondrá a sudar, aún más, al propio López Obrador y sus escasos operadores políticos.

Me explico.

La agenda de la izquierda –recuerden el “expropialos, Andrés Manuel” de Paco Ignacio Taibo II–, sigue en marcha a través de los representantes de este sector, es por eso que Morena en el Poder Legislativo impulsa algunas iniciativas que tienen que ver con ese sector, algo que no tiene nada de malo e, incluso, pueden recibir respaldo ciudadano como es el caso de la legalización de la marihuana o la despenalización del aborto, a pesar de la oposición de la senadora morenista Lilly Téllez..

Pero eso ha abierto la puerta a la ultraizquierda que también busca incluir los temas de su interés en la actual administración.

Así, los radicalismos que hemos presenciado –desde los “jóvenes valientes” de Pedro Salmerón hasta las manifestaciones agresivas de ciertos activistas–, son parte de este resurgimiento que se da con la llegada de Morena al poder.

Pero es en el terreno económico en donde las cosas se complican, pues los resultados que se están presentando muestran que si por algún lado puede naufragar la 4T es, precisamente, por un bajo crecimiento del PIB, aún y cuando la inflación se mantenga bajo control.

Hay que sumar los bajos índices en materia de empleo y otros datos para darnos cuenta de que hay un panorama desolador en este tema.

Y aquí es donde se presenta el escenario para un choque de trenes, pues para mejorar este ámbito al gobierno no le va a quedar de otra que acercarse al empresariado para que le ayuden a sacar al buey de la barranca.

Ya vimos como Carlos Slim se presentó en Palacio Nacional para mostrar su apoyo al presidente –que su empresa Claro TV pueda recibir la autorización para competir en el mercado de la televisión de paga es otro cantar–, al igual que lo han hecho mediante diversas declaraciones algunos líderes del sector, pues lo que se necesita es invertir más en aspectos como infraestructura y creación de plazas de trabajo para alcanzar las metas prometidas por López Obrador.

Y en esto, el gobierno no podrá solo, por eso necesita de la participación del sector privado.

Sólo que hay un pequeño problema, pues López Obrador y su movimiento no puede seguir insultando a los empresarios, mostrándose como alguien contrario a la iniciativa privada –como el tema del aeropuerto de Texcoco demostró–, y alentando los ataques desde el flanco izquierdo de su administración a quienes podrían ayudarlo a cumplir sus compromisos de campaña.

Hay que ser claros, la ultraizquierda, los grupos radicales o los que simplemente gustan que los etiqueten como izquierda a secas no cuentan con los recursos para ayudar al gobierno federal a levantar la economía, aunque si puede seguir abonando en la desconfianza para que la calificación de la deuda soberana y la de Pemex no repunte.

Así que si López Obrador quiere tener un gobierno exitoso –o medianamente exitoso, al menos para tranquilidad de todos nosotros–, deberá elegir con quien quiere completar su sexenio y sus opciones se reducen: con quienes buscan imponer una agenda que puede profundizar la polarización existente, sin acuerdos con la oposición, o con quienes tienen los recursos para ayudarle a hacer realidad muchas de sus promesas de campaña.

Si atendemos al pasado, el actual mandatario se ha mostrado más pragmático que de alguna de las posiciones de la geometría política, y si ha aceptado lo mismo a expriístas que a expanistas, bien puede optar por –poniendo por delante su lema de “primero los pobres”– alcanzar un acuerdo con los barones del dinero para echar a andar un plan de infraestructura que detone el crecimiento económico del país.

Atrás quedarían los Taibo, los radicales y otros grupos que en este escenario se convertirían en un lastre para el proyecto lopezobradorista, dejando la pregunta de si se vengarán por esto y de qué manera.

@AReyesVigueras


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