¡Ah, qué risa! En esta esquina del ring político mexicano, tenemos a Altagracia Gómez, la megaempresaria del maíz, y en la otra, al gobierno que parece haber decidido que lo mejor es hacer una especie de «tranza» con los gringos. ¿Quién necesita a los productores nacionales cuando puedes llevarte tu maíz a precios de risa desde el otro lado del río? En un país donde la tortilla es sagrada, la estrategia del gobierno es preferir comprarle 16.8 millones de toneladas a Estados Unidos. No, no es broma. ¡Es una jodedera de dimensiones épicas!
Altagracia no solo se dedica a cultivar maíz, también ejerce como asesora empresarial de la presidenta, Claudia Sheinbaum. ¡Así como lo oyen! Nos encontramos ante una de esas asociaciones que huelen a mermelada de durazno: dulce pero con un toque raro. Es como si Juan Gabriel hiciera una canción sobre el maíz y el capitalismo desmedido; provocar risa y llanto a la vez. ¿Qué tal que el 2025 sea el año en que el maíz estadounidense se convierta en la nueva estrella de la gastronomía mexicana? Tal vez “Taco Gringo” sea el próximo gran trend, lo que nos faltaba en materia de gastronomía.
Pero hablemos de economía, que de eso se trata el debate, caray. Empresas como Minsa, de Altagracia Gómez, prefieren comprar barato a los gringos, como si estuviéramos en un tianguis y no en un lugar donde la soberanía alimentaria es un tema serio. Mientras tanto, nuestros campesinos, que solo quieren vivir dignamente, se quedan viendo cómo sus tierras se convierten en polvo, y su esfuerzo se lo lleva el viento… o mejor dicho, el viento traído por algún gringo con buen maíz.
Y aquí hay que ponerle un poco más de sazón a la situación: el maíz es más que un simple grano. Es historia, es cultura, es el sinónimo de lo mexicano que se echa en la cama junto a las enchiladas y el mole. ¿Y todo para qué? Para que Altagracia y sus compadres cierren el negocio en la fiesta gringa de la importación. Se siente uno en una sitcom donde el espectador grita “¡No lo hagas!” mientras los personajes siguen con sus pendejadas.
Y claro, los productores dispuestos a seguir luchando son un chiste. Se enfrentan a un sistema que favorece a las grandes corporaciones en lugar de a quienes realmente echan el lomo. Ya no se me hace raro ver a los campesinos planteándose en el Zócalo con pancartas que dicen “¡Maíz queremos, no migajas!”, mientras sus amigos políticos son los que se chupan los 16.8 millones de toneladas con mayonesa gringa.
Así que, para no hacer el cuento largo y no querer entrar en una depresión maicera, aquí seguimos. Un mundo donde el maíz mexicano es menospreciado por su propia gente, mientras Altagracia se frota las manos junto al gobierno: puro negocio. Es una verdadera obra maestra de la contradicción política que mejor le haría al gobierno una buena mirada al espejo de vez en cuando. Pero en fin, aquí estamos, mientras tanto, ¡a disfrutar del maíz, ya sea de la tierra o del norte!






































