Sin olvidar los problemas que representa la actividad desafiante de la CNTE, México debe comenzar a atender un riesgo en el horizonte que poco a poco se convierte en amenaza real: Donald Trump. El magnate convertido en candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos, si es electo en noviembre podrá causarnos muchísimos dolores de cabeza.
No debe preocupar sólo la aseveración de que construirá un muro a todo lo largo de la frontera común con México, y que nuestro país lo pagará. El muro ya existe, especialmente en las ciudades, pero no en el desierto ni a lo largo de los ríos que son parte de la frontera, pues hacerlo ahí es inviable. Pero esta aseveración y otras declaraciones son de un corte populista que despierta el sentimiento nacionalista y xenófobo de lo más retrógrado del electorado de ese país.
Hay declaraciones aún más preocupantes para México, como la de deportar a millones de indocumentados, establecer impuestos a las remesas o denunciar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). También ha expresado su animadversión contra musulmanes de todo tipo y el regreso de Estados Unidos a ser el policía del mundo.
Estas declaraciones populistas han llamado la atención de quienes en ese país tienen problemas económicos o sienten que no reciben lo que merecen como habitantes de un país poderoso, sea en prestaciones, facilidades o precios. De quienes creen que el migrante les quita oportunidades al hacer competencia desleal. De los que asumen que todos los musulmanes son terroristas y se les debe prohibir el acceso al país.
El discurso de Trump nos puede parecer aberrante y equivocado, pero le ha sido efectivo hasta el momento. No sólo eliminó a contendientes con discursos más inteligentes y sensatos, sino su lenguaje recuerda a regímenes totalitarios del siglo XX, despertando sentimientos incalificables. Ha logrado apoyos a lo largo y ancho de Estados Unidos y en ocasiones parece que tendrá suficientes votos para ganar la contienda.
Si el candidato republicano la llegara a tomar posesión de la Presidencia el próximo enero e insistiera en hacer realidad sus declaraciones, ambos países sufrirían enormemente. Sobre todo si afecta el TLCAN porque ambos países están profundamente integrados en temas tan importantes como productos agrícolas y de manufactura.
Mercancías por más de 18 millones de dólares cruzan cada segundo la frontera y millones de empleos en ambos lados dependen de este comercio. Aún si se redujera este comercio sólo a la mitad, tanto México como Estados Unidos sufrirían desempleo y reducción de ingresos, además de inhibir nuevas inversiones que generen más empleos.
El gobierno mexicano ha decidido mantener un perfil bajo frente a la campaña electoral, pero no está haciendo lo suficiente para diversificar mercados para disminuir el efecto de un posible cierre de fronteras. Aunque no se llegue a dar el triunfo republicano en noviembre, abrir otros mercados es una sana estrategia que garantizará dejar de tener los huevos en una sola canasta.
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