Retos de los nuevos gobernadores

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Con los comicios de junio pasado, uno de los temas a revisar es el relativo a las alternancias que se presentaron en entidades como Veracruz, Durango, Quintana Roo o Tamaulipas, lo cual implica la conformación no sólo de una transición ordenada sino de que agenda de gobierno pondrán en práctica los nuevos mandatarios dados los retos que enfrentarán al tomar posesión. Los partidos podría ser parte de este escenario o hacerse a un lado como ha sido su costumbre.

Agendas locales

La alternancia es una realidad en México. Las elecciones locales que han tenido lugar este año han mostrado que un estado puede cambiar al partido en el poder gracias a las urnas, lo cual conlleva el reto no sólo de realizar una transición ordenada, sino de que los nuevos mandatarios lo aprovechen para beneficio de sus poblaciones.

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          En este cuadro, los partidos deberían participar no sólo respaldando las decisiones que tomen los gobernadores electos emanados de sus filas, sino en la conformación de agendas de gobernabilidad y con propuestas para los problemas que requieren solución, sean urgente o no.

         La realidad se aleja mucho de este tipo de escenarios, pues en muchos casos el nuevo mandatario pasa a ser el jefe político del partido en el estado, por lo que el instituto político se supedita al gobernador quien, y hay ejemplos de esto, puede nombrar al presidente del partido –colocando casi siempre a un incondicional–, y de paso anular a la organización pese a que ésta le ayudo a ganar la votación.

         Este hecho, sumado al creciente interés de la militancia por ingresar a la administración pública –en parte por servir de trampolín a sus aspiraciones políticas y, en parte, por los privilegios que esto conlleva–, hace que el ejercicio de gobierno sea algo más cercano a lo patrimonialista y no a la solución de los problemas de la sociedad.

Adicionalmente, los partidos están en sus dinámicas, las cuales se centran más en lo electoral que en idear propuestas o aconsejar y dar seguimiento a sus gobiernos para beneficio de la ciudadanía. En vez de eso, miran para otro lado en tanto el gobernante en turno arma su equipo, incluso con militantes de otros partidos, y si falla tomarán el camino fácil de deslindarse y regresar a presentar un nuevo candidato en las campañas.

Otro elemento a considerar, es la relación con el legislativo estatal. Si en los comicios el gobernador electo obtuvo la mayoría, podrá ordenar y tendrá un grupo de diputados locales que harán sus deseos realidad. Si no fue el caso, deberá negociar –algunos, como Arturo Montiel, mejor compraron los diputados que le hacían falta– con los demás partidos, cediendo en ocasiones o tratando de armar una mayoría con las fuerzas políticas que se dejen.

Asimismo, hay que tomar en cuenta que en los casos de Quintana Roo, Veracruz y Durango fue gracias a una alianza mediante la cual se obtuvo el triunfo, por lo que hay que pensar las posiciones que se darán a los integrantes de la misma.

En todo esto, se debería agregar el tema de la elaboración de un programa de gobierno conjunto, pues como representante de una alianza se debe incluir las propuestas de sus participantes aunque en la práctica sean opuestos en el espectro ideológico, como es el caso del PAN y del PRD.

Pero la realidad nos ha enseñado que poco de lo aquí comentado se lleva a cabo, pues los gobiernos estatales se construyen en torno a la voluntad, deseos, ideas y ocurrencias de una sola persona: el gobernador, que lo mismo ordena en el partido en el que milita que en el legislativo local.

Pocas veces se ve un escenario estatal en el que las negociaciones no sean para repartir beneficios, o en los que una propuesta conjunta ayude a formar un gobierno que beneficie a la sociedad.

La clase política está más interesada en la siguiente posición que en resolver los temas que les han sido encomendados, por lo que los partidos se convierten en agencias de colocación y no en centros generadores de propuestas y de interlocución con diversos sectores sociales.

La mejor prueba de esto, es la cantidad de años que llevamos hablando de pobreza, desempleo, inseguridad, contaminación sin que alguien pueda solucionar este tipo de problemas, pese a los millonarios recursos destinados a su atención, pero –eso sí– tenemos a los mismos políticos brincando de un puesto a otro, aun sin acabar el periodo para el que fueron electos.

Esperemos que en esta ocasión, partidos y funcionarios electos nos callen la boca y demuestren que pueden contar con una agenda de gobierno, con el apoyo y concurso de sus partidos, que piense más en soluciones y menos en sus propias carreras políticas.

Del tintero

Hablando de propuestas, llama la atención la poca actividad que las fundaciones partidistas tienen en los últimos tiempos. De ser centros de estudios y formación, con prerrogativas etiquetadas por parte del INE, han pasado a ser simples cajas chicas de los partidos, sin mayor relevancia que convertirse en un membrete para justificar un sinnúmero de ocurrencias, como foros para promover a aspirantes o candidatos, o publicar textos que interesan a pocos.

 

@AReyesVigueras


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