¡Ay, nanita! Ahí andan los morenistas, posando en Instagram con sus Rolex relucientes, bolsos Hermès que cuestan un ojo de la cara y viajes a Houston o Madrid que harían sonrojar a cualquier chairo de a pie. Y uno se pregunta: ¿dónde quedó esa bandera de la austeridad que tanto ondeaba el fundador de Morena, ese señor López Obrador que juraba vivir en la justa medianía con un par de zapatos viejos y cero lujos? Pues parece que para algunos militantes, la «pobreza franciscana» es solo para los discursos, no para sus timelines.
Tomemos ejemplos fresquitos: José Ramón López Beltrán, el hijo mayor del exmandatario, captado saliendo de Loro Piana en Houston con una bolsa que grita «dinero a raudales». O Mario Delgado, líder del partido, vacacionando en Portugal como si fuera un jeque árabe. Y ni hablemos de diputados como Cynthia Mont, con sus joyas de diseñador filtradas en redes, o Gerardo Fernández Noroña defendiendo a capa y espada estos «detallitos» mientras acusa a la oposición de odio clasista. ¡Pura contradicción, carnal!
Ahora, ¿qué diablos pasa en la cabeza de estos cuates para presumir tanto? Según psicólogos presumir lujos en redes es una forma de buscar validación social y autoestima, como decir «mírenme, soy exitoso aunque predique lo contrario». Es la clásica necesidad de atención: en un mundo de likes y shares, mostrar un Rolex te hace sentir competente, aunque traiciones tus ideales. Especialistas explican que esto crea presión en los followers, pero para el presumidor, es un chute de dopamina que tapa inseguridades. En Morena, donde la austeridad era dogma, esto huele a hipocresía pura: «no seas fifí», decían, pero ¡zas!, ahí van de shopping.
Respetando al fundador, que al menos predicaba con ejemplo (o eso decía), uno no puede evitar el sarcasmo: ¿será que la transformación de cuarta incluye upgrade a primera clase? Los votantes pobres se rascan la cabeza, mientras el NYT y analistas señalan el enojo creciente. Al final, esta ostentación no es solo vanidad; es un chingadazo a la credibilidad del partido. ¡Órale, morenistas, bájenle dos rayitas al bling-bling!



































