¿Y ahora qué, Claudia? La herencia maldita

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¡Ay, Claudia! Si creías que ser presidenta iba a ser puro café, pastel y abrazos, ¡te llevaste la sorpresa del siglo! La herencia que dejó López Obrador no es como la de cualquier hijo de vecino – no hay terreno ni joyas en este testamento, sino un buen mojón de problemas y escándalos para mantenerte despierta por las noches. ¿Qué tal, eh?

En vez de una herencia digna de ser heredada, te han dejado una papa caliente que parece que arde más con cada toque. Adán Augusto, ese buen amigo que ha estado en el ojo del huracán, no deja de ser un problema desde que AMLO lo puso como estandarte. Y los hijos, Andrés Manuel y Gonzalo, están ahí como dos jaguares hambrientos, listos para devorar cualquier resquicio de credibilidad que puedas tener.

Pero, bueno, no todo está perdido. Claudia, con su carita de “yo puedo” y un par de ganas de hacer lo correcto, se ha propuesto defender lo indefendible. En su mente, debe estar aquella famosa frase de “con cuidado a ver cómo le hacemos”, mientras que los escándalos le soplan en la nuca. “Defenderé a mi predecesor, ¡aunque me cueste la chamba!”, grita en su espíritu, alzando el puño como si de un personaje de telenovela se tratara.

¿Y qué podemos decir de los escándalos? Porque, para ser sinceros, esto es más como una culebra que se muerde la cola. Entre investigaciones y vínculos oscuros, la Sagrada Familia del Palacio Nacional está en la mira de todos. En lugar de resolver estos problemas, Claudia tiene que hacer malabares para evitar que los escándalos se conviertan en un gran circo en la Plaza Mayor. ¿Cómo lo hará? ¡Ese es el verdadero show!

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El dilema es que, al final de cuentas, la historia está más enredada que las luces de Navidad que quedan guardadas desde hace años. La presidenta se encuentra en una encrucijada. Puede tomar el camino de los “arreglos” y salir a defender lo indefendible… o darle la vuelta a la tortilla y actuar como la heroína que necesita el pueblo, asumiendo las riendas mientras se sacude los problemas como quien se quita la arena después de una buena playa.

Pero, claro, el riesgo siempre estará en la cárcel. Porque, si no se quiere enredar en la tela de araña de AMLO, podría verse en la necesidad de hacer chanchullos para salir del agujero. Y quién le asegura que no acabe encerrada junto a Adán y sus jugosos secretos.

La política mexicana es como una telenovela de esas que nunca acaban bien –siempre hay un nuevo episodio y la trama se complica. Así que, ¡Claudia, a preparar tus mejores galletas y abrazos, porque este será un viaje en el que probablemente no descanse ni de chiste!

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