El primer informe de gobierno de Claudia Sheinbaum fue, como suelen ser estos ejercicios, más una narrativa que un balance. La presidenta presentó una serie de cifras económicas que buscan proyectar un país en marcha: crecimiento del PIB, estabilidad del peso, baja inflación y desempleo controlado. Sin embargo, como en todo discurso político, lo fundamental no es solo lo que se dice, sino también lo que se omite.
El crecimiento: optimismo frente a cifras modestas
Uno de los datos más destacados del informe fue el crecimiento económico. Sheinbaum habló de un PIB creciendo al 1.2 por ciento, aunque ese número corresponde únicamente al segundo trimestre del año. Según el más reciente informe del Banco de México, la expectativa real de crecimiento para todo 2025 es de apenas 0.6 por ciento. Una cifra modesta que refleja el frágil dinamismo económico y la falta de motores internos para una recuperación sostenida.
Más allá del optimismo en el discurso, los datos muestran señales preocupantes. Desde el inicio del sexenio hasta mayo, la inversión fija bruta —que mide cuánto se invierte en infraestructura y maquinaria, y es clave para el crecimiento futuro— ha caído 5.5 por ciento. La inversión es el termómetro de la confianza, y su contracción indica que esa confianza no termina de llegar.
Hacienda confirma: más recortes que inversión
El informe de Hacienda, publicado el 29 de agosto, ofrece un panorama más austero: el gasto programable (que incluye salud, educación, seguridad e infraestructura) cayó 7.8 por ciento en términos reales entre enero y julio. Peor aún, la inversión física pública —es decir, lo que el Estado invierte directamente en obra pública— se desplomó 35.7 por ciento. Aunque estos recortes han permitido mantener el déficit fiscal en 1.6 por ciento del PIB y sostener la meta de 3.9 por ciento para el cierre del año, la estrategia es clara: contención para evitar una baja en la calificación crediticia. El problema es que la disciplina fiscal, por sí sola, no es política de desarrollo.
Sin inversión ni reglas claras, no hay crecimiento
En este contexto, el informe presidencial parece más una narrativa de continuidad que una hoja de ruta para el cambio. Se insiste en que México mantiene estabilidad, pero no se atiende el fondo: sin inversión privada ni pública, sin reglas claras para sectores estratégicos, y sin certidumbre regulatoria, el crecimiento será inevitablemente limitado.
Salud: cifras optimistas, realidad dispareja
En materia de salud, se afirmó que el abasto de medicamentos ya está “por encima del 90 por ciento”. Sin embargo, diversas organizaciones y reportes ciudadanos siguen evidenciando desabasto en centros de salud y hospitales públicos, especialmente en regiones marginadas. La percepción en el terreno no corresponde al balance oficial.
Seguridad: datos oficiales con muchos matices
En seguridad, se reportaron disminuciones del 25 por ciento en homicidios dolosos y del 40 por ciento en feminicidios. También se subrayó el combate a la extorsión como delito grave. Las cifras son oficiales, del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública y del INEGI, pero requieren matices: las reducciones dependen del periodo de comparación; la reclasificación de feminicidios influye en su registro; y la extorsión sigue ampliamente subreportada por la falta de denuncias. La percepción de inseguridad y la presencia del crimen organizado siguen siendo una realidad cotidiana en muchas regiones.
Educación: el gran ausente del informe
Otro gran ausente en el informe fue el rezago educativo, uno de los principales lastres estructurales del país. La pandemia dejó impactos profundos: pérdida de aprendizajes, aumento de la deserción escolar y brechas que se ensanchan cada año. Las evaluaciones internacionales, como PISA, han mostrado retrocesos en comprensión lectora, matemáticas y ciencias. No hubo mención clara de cómo se atenderán estos rezagos ni de una estrategia nacional para recuperar el terreno perdido.
Libertades e instituciones: silencio deliberado
Tampoco se habló del estado de las instituciones democráticas, ni del deterioro progresivo de los contrapesos del poder. En el último sexenio, diversas voces han advertido sobre el debilitamiento institucional: organismos autónomos desfinanciados o desprestigiados desde el poder, decisiones unilaterales en materia energética o electoral, y una narrativa que estigmatiza la crítica. La libertad de expresión enfrenta desafíos crecientes; la participación ciudadana organizada, también. El silencio sobre estos temas en el informe no es casual, pero sí preocupante.
Una estabilidad que no garantiza desarrollo
En resumen, el primer informe de Claudia Sheinbaum buscó proyectar estabilidad, continuidad y confianza. Pero los datos fiscales revelan que 2025 será, en realidad, un año de ajuste, contención y bajo crecimiento. El verdadero reto no está en administrar la “estabilidad heredada”, sino en convertirla en una plataforma para un desarrollo sostenido y justo.
La transformación no puede ser solo discurso. El país no necesita únicamente que “se mantenga el rumbo”, sino que se corrija cuando el rumbo lleva a más desigualdad, más rezago y menos libertades. Gobernar es más que comunicar buenos datos: es responder a los problemas reales con soluciones estructurales y verificables. De lo contrario, el país en marcha podría estar avanzando… pero hacia una contención sin desarrollo.
El autor es senador de la República y presidente de la Comisión de Desarrollo Municipal
@MarioVzqzR



























