Cada fin de año empiezan a circular en redes sociales, medios digitales y tradicionales, las profecias para los siguientes 12 meses, en un ritual en el que la comprobación de que tan acertadas fueron queda de lado, porque lo importante es dar a conocer los vaticinios.
A pesar de lo anterior y de que gracias a la corta memoria de las personas no hay consecuencias por las profecias que no se cumplen, éstas nos siguen fascinando sin importar que sólo sean historias de ficción más que predicciones.
La fascinación por las profecías persiste, aunque muchas no se cumplan, debido a su capacidad para satisfacer necesidades psicológicas y culturales. Estas predicciones ofrecen una sensación de control frente a la incertidumbre, ayudando a las personas a encontrar significado en eventos difíciles de comprender.
También apelan a creencias profundas sobre lo divino y lo sobrenatural, generando esperanza o temor. Además, las interpretaciones abiertas permiten ajustarlas a eventos contemporáneos, reforzando su relevancia percibida y atracción emocional.
Así que no importa que sean acertadas o no, sino todas las necesidades psicológicas que satisfacen en nosotros.
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