Cada noche, de los miles que la empresa SpaceX ha lanzado para brindar internet desde el espacio, al menos 4 reingresan a la atmósfera terrestre, pero esta cantidad podría aumentar. Estos pequeños satélites, después de cumplir su misión, se queman al reentrar en la atmósfera, creando increíbles bolas de fuego visibles desde la Tierra, pero también liberan sustancias que preocupan a muchos científicos.
Cuando un satélite se desintegra en la atmósfera, libera partículas de óxido de aluminio, un material que puede quedarse flotando por décadas y dañar la capa de ozono, la barrera natural que protege a nuestro planeta de los rayos ultravioletas del sol. De hecho, desde 2016, los niveles de estas partículas han aumentado muchísimo, y si se lanzan y desintegran tantos satélites como se planea, podrían multiplicarse aún más.
Esto no solo afecta la capa de ozono, sino que también puede alterar el clima y los vientos en zonas polares. Y aunque SpaceX dice que sus satélites se queman por completo, ya se han encontrado fragmentos cayendo en la Tierra, lo que abre dudas sobre la seguridad y el impacto ambiental que causan.
Además, con el enorme crecimiento de constelaciones de satélites en la órbita baja, se necesita más regulación y colaboración internacional para evitar daños irreversibles. El cielo, que todos compartimos, podría estar en riesgo si no se controlan estas emisiones.
Por eso, lo que parece un espectáculo luminoso tiene un lado oscuro que vale la pena conocer. ¿Qué opinas?
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