¿Quieres ser ‘Líder’? ¡Gánatelo!

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Siempre se ha hablado de la gran diferencia entre ser jefe y ser líder, resultado de aquella entre autoridad formal y autoridad moral. El líder tiene autoridad moral.

Al líder se le sigue no porque tenga poder de mando formal, sino por tener poder de convocatoria, irradia confianza y seguridad en sí mismo. Por supuesto que algunas personas llegan a puestos de poder precisamente por ser eso: líderes. Otros también –los menos–, se ganan el liderazgo una vez en cargo de autoridad, por su forma de usar el poder formal.

Pero hay personas que no pueden hacer esta distinción, quizá ni siquiera han oído hablar de ella. Quieren que se les reconozca como líderes cuando no lo son, y no entienden el por qué siendo conocidos, admirados, destacados en su medio (sobre todo en el político) no son vistos ni tratados como líderes. Pueden ser obedecidos, pero no seguidos. Pueden ser respetados, pero no queridos.

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Al líder se le respeta, se le admira, pero también se le estima, se le escucha, se le sigue: “a donde tú creas que debamos ir, allí estaremos contigo”. “Lo que tú me digas que es la verdad, te lo creo, pues confío en ti”.

La lección es sencilla: ser poderoso se puede aprender, para eso está la praxis de la política, el maquiavelismo, que pueden funcionar, dependiendo de muchos otros factores. Pero ser líder tiene otro camino, principiando con el ejemplo, con la conducta personal y, sobre todo, si quiere ser seguido, con el respeto, apoyo y ánimo a otras personas, esas que ya lo reconocen o reconocerán como líder.

El liderazgo se gana, y no es nada fácil, también con algo esencial: la congruencia entre el decir, el pedir, y el hacer y el dar. Un verdadero líder es auténtico, es confiable. El mayor líder del mundo, Jesús de Nazaret, mostró las mejores credenciales de liderazgo, por eso lo será hasta el fin de la historia.

Hay algo más, un líder puede perseguir valores o antivalores. Es cierto, hay líderes para el bien y también para el mal, y hasta para Dios o para el demonio, y en lo general sus seguidores tendrán la misma conducta e intereses, por eso les gustan.

Hay líderes que son seguidos también por su gran capacidad de engañar, cierto, y de esos sobran ejemplos, por mover a la gente a falsos ideales o a sueños utópicos. Tienen una falsa congruencia. En lo general, y por no obtener los resultados prometidos, pierden su calidad de liderazgo y son abandonados.

Los ejemplos de liderazgo personal en la historia y en el mundo son más que abundantes. Conviene conocer sus vidas y sus obras. Aprender el cómo se fueron ganando su liderazgo, que no es repentino, y luego cómo fueron consolidando su liderazgo y, a veces, cómo lo han perdido.

Hay dos tipos de liderazgos interesantes: los líderes del pensamiento y los del actuar. Los primeros crean causas e ideales, los segundos llevan a la gente a hacerlos realidad, a la acción. Algunos hacen las dos cosas.

Hay un tipo especial de liderazgo, el del llamado “líder natural”, ese que no tiene que aprender ese oficio, pues practica lo que hace un líder. Es el que tiene lo que se llama “carisma” (vulgo: “ángel”). Y el carisma no se aprende, se tiene o no.

¿Quiere alguien ser verdadero, auténtico líder de las buenas causas? Tiene mucho que aprender, mucho que reflexionar y mucho que hacer por los demás. Debe también tener presente que liderar buenas causas genera enemigos.

Los líderes no se nombran, se escogen, se siguen. La prédica de las buenas causas, la congruencia, el ejemplo y la constante preocupación –convertida en ocupación–, por las personas que le siguen.

Al líder no se le designa, se le escoge; por eso podemos decir: ¿quieres ser un buen líder? ¿Quieres serlo de las mejores causas y valores? ¡Gánatelo!


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