A medida que se acerca el 2026, las predicciones de videntes y los pronósticos de instituciones capturan la atención global. Mientras los videntes tradicionales y modernos pintan escenarios dramáticos, las proyecciones de organismos como el FMI o Deloitte se basan en datos económicos, tecnológicos y climáticos para anticipar tendencias más moderadas.
Entre los videntes tradicionales, Baba Vanga, la mística búlgara conocida por sus supuestas profecías acertadas, se destaca con visiones inquietantes para el 2026. Sus seguidores interpretan que predijo tensiones globales y una reconfiguración del poder mundial, con posibles conflictos a gran escala que podrían escalar a una guerra involucrando potencias mayores. Además, se le atribuyen advertencias sobre desastres naturales como terremotos potentes, erupciones volcánicas, inundaciones y eventos climáticos extremos que afectarían vastas regiones. Otro aspecto positivo es un avance médico: un salto en el diagnóstico y tratamiento del cáncer, posiblemente mediante pruebas de sangre para detección temprana múltiple. Algunos incluso vinculan sus palabras a contactos extraterrestres o dominación de la IA, aunque estas interpretaciones varían.
Nostradamus, el profeta francés del siglo XVI, también es invocado para el 2026. Sus cuartetas se interpretan como augurios de una «gran guerra» que duraría siete meses, con tensiones escalando en Europa y un resurgimiento de plagas antiguas. Predicciones específicas incluyen la muerte de una figura importante por un «rayo» en pleno día, posiblemente un líder global, y un «gran enjambre de abejas» surgiendo en una emboscada nocturna, simbolizando quizás un ataque sorpresa o revuelta. Además, se menciona que Suiza «desbordaría» en sangre, aludiendo a conflictos o derramamientos en regiones neutrales. Estas visiones coinciden con otras de videntes tradicionales en temas de caos geopolítico y ambiental.
Los videntes modernos, o «nuevos profetas», agregan capas contemporáneas. Athos Salomé, apodado el «Living Nostradamus», pronostica un tormenta solar masiva entre el 12 y 15 de marzo de 2026, causando apagones globales y pánico. También advierte de un conflicto en el Ártico, escalada a la Tercera Guerra Mundial, y avances en IA que podrían dominar sociedades. Mhoni Vidente, popular en Latinoamérica, llama al 2026 el «Año del Loco», con caos total, rupturas globales, una posible pandemia y reinicios personales, aunque positivos para algunos como reinvenciones. Otros, como chamanes peruanos, predicen una seria enfermedad para Donald Trump y desastres naturales. Psíquicos como Jill M. Jackson y Selina Avalon hablan de cambios masivos, con muertes de líderes mundiales, mayor uso de IA y turbulencias sociales.
En contraste, los pronósticos de instituciones de investigación y medios son más analíticos y basados en evidencia. Económicamente, el FMI proyecta un crecimiento global del 3.1% en 2026, con economías avanzadas desacelerando al 1.7%, afectado por tarifas estadounidenses y tensiones comerciales. Goldman Sachs estima un 2.8% global, con EE.UU. en 2.2% y Europa en moderación. Deloitte anticipa un 0.4% en EE.UU., citando impactos de aranceles, mientras Rabobank ve inflación baja y precios energéticos cayendo. En Latinoamérica, expertos como Antonio Aracre prevén ajustes si se aprueban reformas fiscales, pero con riesgos de estancamiento.
Tecnológicamente, Gartner identifica tendencias como plataformas de desarrollo AI-nativas, supercomputación IA y computación confidencial para proteger datos. Deloitte predice que la brecha entre promesa y realidad de la IA se estrechará, con mayor integración en negocios. IBM enfatiza la incertidumbre como activo, con empleados demandando más IA y clientes priorizando sostenibilidad. Microsoft ve IA como socio en seguridad, investigación e infraestructura.
Climáticamente, la Oficina Meteorológica del Reino Unido advierte que 2026 será uno de los cuatro años más cálidos, superando 1.4°C por encima de niveles preindustriales, continuando la racha de 2023-2025. NOAA pronostica una transición de La Niña a neutral en enero-marzo, con posibles impactos en patrones climáticos. Expertos de Columbia esperan temperaturas subiendo a finales de año por un posible El Niño.
El contraste entre predicciones y pronósticos es marcado. Las primeras, místicas y apocalípticas, enfatizan catástrofes, guerras y eventos sobrenaturales, a menudo interpretadas subjetivamente para generar intriga. En cambio, los pronósticos institucionales son cuantitativos, moderados y enfocados en tendencias observables como desaceleración económica, avances tecnológicos y calentamiento gradual, priorizando preparación sobre alarmismo. Mientras las visiones de videntes inspiran debates culturales, las proyecciones científicas guían políticas y decisiones empresariales, destacando la brecha entre lo esotérico y lo empírico.
































