Sin haber entendido las razones reales de la victoria electoral en 2000 y 2006 y con una alianza con el PRI que no tenía ni pies ni cabeza ni corazón, la actual dirigencia del PAN acaba de dar un paso hacia ningún lado al romper una coalición mostrenca con el tricolor y decidió asumir su minoría política con la alianza pública con figuras de la derecha que fueron aplastadas en las elecciones del 2024.
El PAN pudo enfilarse a la presidencia en el 2000 por el papel activo y cohesionador que construyó con figuras de presencia social, independientemente de su perfil ideológico conservador o ultraderechista: José Ángel Conchello, Luis H. Álvarez, Manuel J. Clouthier, Diego Fernández de Cevallos, Vicente Fox y un Felipe Calderón Hinojosa que supo convertir en discurso electoral una advertencia contra López Obrador.
La situación política actual prefigura –a partir de la certeza de que los hechos políticos no se reproducen mecánicamente– una crisis de sistema que construyó la oportunidad limitada y frustrada de la reforma política de 1977-1978: la convicción de que el modelo PRI se había hundido socialmente en 1968, aunque siguiera ganando elecciones sin autoridad moral, y que los nuevos partidos podrían abrirle espacios al aire democratizador ligero pero válido.
La actual la reorganización del PAN –que no fue reforma de estructura ni de proyecto ideológico– se cruza con tres oportunidades que parece que desde ahora ya las perdieron: la crisis de corrupción dentro de Morena, la crisis de estancamiento económico con tasas máximas promedio de 1% anual del PIB y la inminente reforma electoral morenista que reconstruirá a la vieja comisión nacional electoral de Manuel Bartlett Díaz.
La actual dirigencia del PAN no entendió el ambiente ni las circunstancias que rodearon el tiempo político del cambio del logotipo –porque no dio para más la reunión del sábado pasado– porque el problema del partido ubicado en el centro-derecha no era una alianza inexistente hoy con el PRI y cuya ruptura solo abrió viejas heridas, sino la necesidad que tiene el país de diagnósticos alternativos al fundamentalismo transexenal que domina que domina a Morena.
La paradoja de la reforma anunciada por el dirigente –que no líder– Jorge Romero estuvo en la presencia significativa de figuras de la derecha-ultraderecha que fueron los que contaminaron la alianza PAN-PRI de 2024, entre ellos la del activista Claudio X. González, y con ello mandando el mensaje de que el PAN supuestamente renovado se aliaría con una ola rosa que fracasó estrepitosamente y que nunca logró siquiera generar un discurso conservador antipopulista.
El PAN tenía la oportunidad de haber preparado una coalición realmente plural no de derecha-ultraderecha burocrática, sino un espacio plural con figuras inclusive de la vieja y nueva izquierda, del centro y también de la derecha que tuvieron participación en las marchas de protesta anteriores a las elecciones presidenciales del 2024.
Más que quejas lastimeras o críticas insidiosas, buena parte de la sociedad civil no partidista estaba esperando una reflexión teórica del fracaso de la coalición del 2024 y a partir de ahí presentar una propuesta de alianza del PAN con la oposición no partidista para construir un nuevo espacio de participación política. Y junto a ello, se esperaba un discurso con carga teórica de reflexión política sobre el momento y la circunstancia populista.
Sin embargo, la reunión para el relanzamiento –que tampoco fue refundación– del PAN se redujo a la novedad de un nuevo logotipo que es el viejo pero revolcado.
La única posibilidad que tenía el PAN para tener un reposicionamiento activo en el actual escenario de detenciones, jaloneos y decepciones de panistas y no panista era un discurso programático que lograra entretejer a la sociedad no populista que sigue a la espera de espacios y oportunidades para participar en elecciones. El PAN necesitaba el sábado un golpe de imagen espectacular con el anuncio de acuerdos o espacios con la sociedad civil no partidista para convertir las candidaturas en una representación de formaciones sociales a la espera de oportunidades. Pero la presencia el sábado de figuras destripadas por López Obrador, Sheinbaum Pardo, Morena y la 4T solo colocaron en el debate político de nueva cuenta el desencanto social.
Aferrados a la ingenuidad, algunos pensaron que ese nuevo-viejo PAN presentaría alguna convocatoria a un diálogo plural con la sociedad no populista y a partir de ahí abrir un debate nacional sobre la coyuntura política de la República.
Pero nada: fue una “fiesta” partidista al estilo del viejo PAN.
Política para dummies: La política debe mirar hacia adelante, porque hacia atrás se convertirá en estatua de sal.
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