Por las redes sociales nos enteramos que el presidenta del Senado, Gerardo Fernández Noroña, coincidió en un vuelo comercial hacia Campeche con el expresidente Felipe Calderón y que incluso tuvo un intercambio de palabras con el hijo de este último, Luis Felipe Calderón Zavala.
Pero dejando de lado el victimismo al que acostumbra Noroña y sus desplantes para llamar la atención, lo que debemos hacer notar –contrario a lo que han declarado en las mismas redes sociales los propios fanáticos de la 4T– es que Calderón Hinojosa esté en México, salga a la calle y se atreva a volar en un vuelo comercial como si nada.
Para estos fanáticos que desde hace años anticipan que el expresidente panista acabaría en la cárcel por responsabilidades que sólo ellos ven –y que omiten en casos similares de gobernantes de la 4T–, es inaudito que Felipe Calderón no esté en el exilio junto a Enrique Peña Nieto o Carlos Salinas de Gortari o se esté escondiendo como cierto expresidente que no hace mucho dejó Palacio Nacional.
En las mismas redes sociales se comenta que a Felipe Calderón se le puede encontrar cerca de la casa en la que vive en la Ciudad de México, incluso tomando café en conocida cafetería cercana a su domicilio.
La consulta promovida por López Obrador para enjuiciar a expresidente no llegó a nada y sólo sirvió para tirar dinero a la basura y utilizarla para fines electorales.
Pero así como se destaca el hecho de que Felipe Calderón está en México y se mueve con toda libertad –para coraje de los fanáticos lopezobradoristas–, también hay que mencionar que de López Obrador se sabe poco.
Los rumores sobre si realmente está en su rancho en Palenque, está en Cuba como se ha rumorado, si está en la Ciudad de México –algunos usuarios de redes sociales mencionan que sigue en Palacio Nacional— o está en algún lugar de Tabasco, así como su preocupación por presuntos cargos en su contra en Estados Unidos son todo lo que se sabe su actual paradero.
Y es curioso que mientras algunos fanáticos se ensañaban en contra de Calderón y hasta predecían su fin en una cárcel, él esté paseando por el país en total libertad y López Obrador esté escondido en su rancho –al menos en teoría– y sin decir ni pío, aunque su poder se siga sintiendo a través de su pupila.
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