Nacionalismo, soberanía y el valor de la espada

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Ante el acoso agresivo del presidente Donald Trump adelantando la posibilidad de meter de manera unilateral a tropas regulares en México para destruir los nidos de los cárteles del narcotráfico, la presidenta Sheinbaum ha contestado con habilidad para construir un frente interno nacionalista y mostrar las imágenes de un Estado cohesionado ante las tentaciones extranjeras.

En el contexto de las celebraciones anuales septembrinas de eventos que tienen que ver con las Fuerzas Armadas, la presidencia ha fortalecido un mensaje de cohesión nacional que de manera lamentable la oposición dejó de pasar como oportunidad.

Los últimos discursos de la presidenta, del secretario de la Defensa Nacional y del secretario de Marina enfatizan el nacionalismo en términos de soberanía irrevocable e imprescriptible, pero con el indicio muy evidente del significado que representan las Fuerzas Armadas en la defensa de la soberanía ante agresores externos pero también ante lo que poco sea profundizado pero que tiene un valor sustancial: la seguridad interior como facultad presidencial autónoma antes los grupos delictivos que responden a intereses extranjeros.

El modelo teórico no se debe de perder de vista porque tiene que ver con la definición del Estado como el Leviatán en la propuesta teórica-práctica de Tomás Hobbes desde 1651. Ahí, el fundador de la teoría del Estado que es vigente en México habla de un concepto que le confiere importancia vital al poder militar y marino del sector público en acuerdos o actividades cotidianas. La idea de Hobbes fue muy precisa:

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Los pactos que no descansan en la espada (hoy castrense) no son más que palabras, sin fuerza para proteger al hombre en modo alguno”.

Ahí radica la importancia de pronunciamientos presidenciales mexicanos que han ido escalando la dureza del lenguaje de Estado en función de las presiones estadounidenses solo en temas de narcotráfico, sobre todo la que ha reiterado el presidente Trump de que estaría pensando en enviar tropas y misiles a México, sin aclarar si habría antes una declaración de guerra o un acuerdo válido con el gobierno mexicano.

El discurso del general secretario Ricardo Trevilla Trejo en la ceremonia del 13 de septiembre llevó implícito el contexto estadounidense: el recordatorio simbólico de los cadetes del Colegio Militar que defendieron con su vida la invasión estadounidense que llegó hasta el Castillo de Chapultepec y que colocó la bandera de las barras y las estrellas en Palacio Nacional, con el pasivo muy criticado por Mariano Otero de que la sociedad mexicana no supo defenderse ante el invasor y Estados Unidos en la guerra de 1847 le quitó a México la mitad de su territorio.

Este dato también debe ser recordado con actualidad: la guerra contra México por la independencia de Texas hace 178 años se llevó el botín de guerra del territorio mexicano que hoy son los estados de California, Arizona, Nuevo México, Texas, Nevada, Utah y territorios parciales de Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma, y también pasó por el aplastamiento de las tribus indias que eran las propietarias de los territorios nómadas donde pastaban los búfalos y esos comunidades originarias fueron colocadas en campos de concentración como reservaciones.

Esta acción de expansionismo militar, junto con inversiones para comprar territorios a países europeos, permitió que Estados Unidos pasara de una pequeña lengüeta territorial en el Atlántico de alrededor del 12% de lo que es hoy EU o menos de 1% de toda América de sus originales 13 Colonias y extendiera su dominio hasta el otro océano para consolidar el 22% del total del continente americano.

Los discursos del Poder Ejecutivo mexicano en las fiestas septembrinas se convirtieron en mensajes directamente enviados a la Casa Blanca, con el efecto que seguramente ya comenzaron a procesar en Washington: México se ha negado a jugar con los intereses estadounidenses en materia de narcotráfico, a pesar de las amenazas, presiones y declaraciones que un día sí y otro también dejan entrever que ya viene la invasión de fuerzas armadas estadounidenses. Las Fuerzas Armadas mexicanas en este juego de poder son también más que simbólicas: las relaciones del sector castrense mexicano con el correspondiente de Estados Unidos representan, pero que a la hora de las amenazas Defensa y Marina fijan la línea roja infranqueable de la soberanía, la independencia y la autonomía de la República.

Lo que Estados Unidos parece ser que todavía no procesa es el hecho de que el posicionamiento mexicano –la presidenta y los jefes de las armas castrenses– escaló lenguaje y dureza en función de las amenazas estadounidenses que eran por cierto imposibles de ser creíbles en función del tono del discurso de la Casa Blanca.

Así que al final de cuentas, Washington fortaleció al sector nacionalista mexicano.

Política para dummies: La política del rebote suele ser la más imprevisible.

El contenido de esta columna es responsabilidad exclusiva del columnista y no del periódico que la publica.

carlosramirezh@elindependiente.com.mx

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