En el circo político mexicano, las alianzas electorales son el truco maestro para inflar votos y saquear el poder. Morena, el coloso que arrasó desde 2018, se acuesta con el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y el Partido del Trabajo (PT) en elecciones como las de 2021 y 2024, cosechando supermayorías que imponen reformas controvertidas. Pero ¡qué audacia! El partido de López Obrador y Sheinbaum ladra furioso contra las coaliciones opositoras, tildando al PAN unido con el PRI en «Va por México» de traidores al pueblo, o ridiculizando posibles pactos con Movimiento Ciudadano (MC) como desesperados. Esta doble moral apesta: Morena celebra sus matrimonios de conveniencia como «unión transformadora», mientras pinta a sus enemigos como prostitutas políticas.
Retrocedamos al lodazal histórico. Las alianzas no son nuevas; en 2000, el PVEM ayudó al PAN a desalojar al PRI de Los Pinos con Fox. En 2012, se vendió al PRI de Peña Nieto, y ahora, desde 2018, lame las botas de Morena. ¿Ecologista? Ja, el PVEM es un camaleón corrupto, acusado de lavado verde y escándalos como el de su líder fugado por fraude. El PT, un fósil izquierdista sin votantes propios, sobrevive chupando del presupuesto. Estas uniones han dopado a Morena, permitiendo atropellos como la reforma judicial que huele a autoritarismo o la energética que ignora el cambio climático.
Morena ataca sin piedad: AMLO llamó a «Va por México» (PAN-PRI-PRD) «mafia del poder», olvidando que sus aliados son los mismos mercenarios. En 2024, el PVEM, ese eterno oportunista, capturó más de 8 millones de votos en coalición, probando que la lealtad ideológica es un chiste. ¿Y los votantes? Indiferentes borregos. Encuestas de El Financiero y Mitofsky revelan que economía y seguridad mandan, no las alianzas. Un reporte del INE en 2024 muestra que solo el 15% las considera clave, versus 40% enfocados en promesas vacías. Los mexicanos tragan la hipocresía: no les importa que el PVEM cambie de cama como una estrella de reality, siempre que prometa «cambio».
Esta farsa erosiona la democracia. Alianzas cínicas diluyen principios, fomentando un cinismo tóxico donde el poder justifica cualquier traición. Morena, con su narrativa victimista, se expone como el emperador desnudo: critica uniones opositoras para distraer de sus pecados. La oposición, fragmentada –MC rechazó pactos en 2024 por ego–, se autodestruye, regalando terreno a los hipócritas. Hacia 2027, si no despiertan, Morena consolidará su dictadura disfrazada.
En esencia, las alianzas son veneno disfrazado de elixir. Morena las usa para dominar, pero grita cuando sus rivales intentan lo mismo. ¿Votantes? Ciegos ante la podredumbre, priorizan migajas sobre integridad. ¡Despierten, México, o sigan en el fango!