Morena, el partido dominante, navega un mar de escándalos que erosionan su narrativa de austeridad. El tema es claro: militantes y simpatizantes parecen ciegos ante la corrupción y la ostentación de lujos exhibida por sus líderes en redes sociales. Esta «ceguera» no es inocente; radica en una soberbia colectiva, un sentido de impunidad blindado por el poder y la fe ciega en que los programas sociales garantizan votos perpetuos. Pero, ¿es esto lealtad o complicidad? Analicemos los hechos, que invitan a polémica: ¿puede un partido que prometió transformación sobrevivir alimentando los vicios que juró erradicar?
Los escándalos de 2025 han sido un goteo constante, amplificado en redes sociales donde la opulencia choca con el discurso de «primero los pobres». Andy López Beltrán, hijo del expresidente, gastó 177 mil pesos en Tokio, con una cena de 47 mil, mientras presume viajes en Instagram. Gerardo Fernández Noroña, ahora presidente del Senado, compró una casa de 12 millones en Morelos, defendiendo su «derecho» a lujos privados. Mario Delgado, líder de Morena, ocultó un departamento en Reforma valuado en 15 millones, declarando solo 1.5 millones como «error de captura». Otros como Sergio Gutiérrez Luna y su esposa disfrutaron zona VIP en la Fórmula 1 por 170 mil por boleto, alegando «cortesías». The New York Times dedicó un reportaje a esta «vergüenza de riquezas» en el partido de los pobres, destacando propiedades inexplicables de Manuel Bartlett y Adán Augusto López. En redes, estos actos se viralizan: fotos de relojes Hublot, viajes en primera clase y fiestas suntuosas, contrastando con la pobreza que afecta a millones.
Corrupción no falta: desvíos en Segalmex con empresas fantasma, nepotismo como Ignacio Mier y su parentesco con el gobernador Armenta, o Alfonso Durazo nombrando al hijo de la presidenta del INE. Rocío Nahle minimizó torturas fatales, y Layda Sansores forzó disculpas a periodistas. Morena respondió prohibiendo nepotismo y opulencia en mayo, pero los escándalos persisten, dividiendo al partido. Luisa María Alcalde admitió que estos «afectan la imagen», atribuyéndolos a campañas opositoras. Sin embargo, el verano de 2025 fue el peor: viajes lujosos de Monreal en Madrid y Pedro Haces en ranchos.
¿Por qué la militancia ignora esto? La soberbia es clave: se sienten protegidos por mayorías absolutas y una FGR que parece selectiva. Impunidad reina; exfuncionarios como Hernán Bermúdez, ligado al narco, son expulsados solo tras detenciones. Programas sociales como Bienestar, con 25 millones de beneficiarios, actúan como escudo electoral: «nos dan votos», piensan, ignorando que 3.8 millones de niños sufren desnutrición. En X, simpatizantes defienden: «son ataques de la derecha», mientras críticos llaman a esto «doble moral». ¿Es lealtad o fanatismo? Polémica: si Morena hereda corruptos del PRI y PAN, ¿es transformación o reciclaje?
Esta ceguera invita a debate: ¿sobrevivirá Morena al 2027 si la base despierta? Escándalos no son aislados; son sistémicos, erosionando confianza. Claudia Sheinbaum hereda un partido fracturado por boato. ¿Priorizarán votos sobre ética? La soberbia podría costarles el poder, o perpetuar un ciclo vicioso. México merece transparencia, no excusas.





































