¡Pura neta! ¿No? Parece que la raza que anda en el poder, y sus lamedores de botas, tienen el humor más chiquito que el sueldo de un becario. ¡No aguantan vara! Les dices «fuchi caca» y ya andan chillando como magdalenas, queriendo censurar hasta los memes de tu tía. ¡Qué poca madre!

A ver, ¿qué les pasa a estos güeyes? ¿Creen que la política es un velorio? Se les olvida que el pueblo es cotorro, y si no nos reímos de ustedes, ¿de quién chingados nos vamos a reír? ¡Si son un chiste andante! Deberían pagar por el material que dan, con esas ocurrencias que se avientan cada mañanera o cada vez que abren el hocico.

Ahora resulta que si un monero les saca un cartón donde se ven como lo que son, pues sí, ¡unos pendejos!, ya lo andan persiguiendo como si fuera el mismísimo Chapo. O si en redes sociales les ponen un meme con su cara de «yo no fui», ya te andan bloqueando, censurando y hasta amenazando con «acciones legales». ¡No mamen! ¿Neta? ¿Por un meme? ¿Por una caricatura?

La verdad es que a esta gente le molesta que les digan sus verdades, aunque sea con risas. Les cala hasta el tuétano que el humor les quite la máscara de «seres superiores» que se han puesto. Y es que el humor, mis estimados, es la mejor arma contra los autoritarios. Es un espejo que les devuelve su propia imagen distorsionada y patética. Y eso, eso sí que no lo soportan. Prefieren que les recen, que les aplaudan como focas amaestradas, que les crean cada una de sus mentiras.

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Pero no se preocupen, banda. Mientras más nos quieran callar, más duro nos vamos a reír. Porque en este país, el humor es una tradición, una forma de vida, una resistencia. Y el día que nos quiten la risa, ese día sí que estaremos jodidos de verdad. Así que, ¡a seguir el coto! Y que les siga doliendo a los amargados del poder.