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La paradoja de la popularidad de Claudia Sheinbaum: aprobación personal versus reprobación gubernamental

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A poco más de cinco meses de haber asumido la presidencia de México, el 1 de octubre de 2024, Claudia Sheinbaum Pardo se mantiene como una figura política con niveles de aceptación excepcionalmente altos. Encuestas recientes, como la publicada por El Financiero en marzo de 2025, le otorgan un respaldo ciudadano del 85%, el índice más elevado en tres décadas para un presidente mexicano en sus primeros meses de gestión. Este dato la posiciona incluso por encima de los picos de popularidad de su antecesor, Andrés Manuel López Obrador, quien alcanzó un 83% en febrero de 2019. Sin embargo, este fenómeno contrasta con una realidad menos alentadora: las mismas encuestas que celebran su imagen reprueban al gobierno en rubros clave como salud, seguridad y corrupción. ¿Cómo se explica esta aparente paradoja?

El respaldo a Sheinbaum parece sustentarse en factores que trascienden el desempeño concreto de su administración. En primer lugar, su figura está profundamente asociada a la continuidad de la Cuarta Transformación (4T), el proyecto político iniciado por López Obrador, quien dejó el cargo con una aprobación cercana al 80%. Esta herencia le ha permitido capitalizar la lealtad de un electorado que identifica en ella la prolongación de un movimiento popular basado en programas sociales y un discurso de justicia distributiva. Encuestas de Enkoll para El País, realizadas en enero de 2025, muestran que un 40% de los mexicanos destaca los programas sociales como el mayor logro de Sheinbaum, con una aprobación del 85% en este ámbito. Este enfoque parece mantenerla como un símbolo de esperanza para amplios sectores de la población.

Sin embargo, el contraste es evidente al analizar áreas críticas de la gestión pública. En seguridad, el balance es positivo pero tibio: El Financiero reporta un +22% en percepciones favorables, lejos de ser un éxito rotundo en un país donde la violencia sigue siendo una preocupación central. En salud, el sistema enfrenta críticas por la persistente escasez de medicamentos y la infraestructura insuficiente, con un saldo positivo de +53% que no logra ocultar las carencias estructurales. En cuanto a la corrupción, un rubro emblemático de la 4T, las opiniones positivas alcanzan un 46%, pero la percepción de avances reales es limitada frente a escándalos que persisten en niveles locales y federales. Estas cifras reflejan un gobierno que, pese a los esfuerzos, no ha logrado traducir la popularidad de su lideresa en resultados tangibles y contundentes.

Analistas sugieren que la clave de esta disociación radica en la percepción personal de Sheinbaum. Encuestas de Buendía & Márquez para El Universal en enero de 2025 destacan que un 83% la considera bien preparada, un 79% la ve como honesta y un 78% cree que entiende las preocupaciones de la gente. Esta valoración de sus atributos personales —carácter, empatía y serenidad— parece blindarla frente a las críticas al desempeño institucional. Además, su estilo de liderazgo, menos confrontacional que el de López Obrador pero firme en la defensa de su proyecto, ha resonado incluso entre sectores no afines a Morena, como muestra el 27% de aprobación entre independientes y opositores.

El contexto político también juega a su favor. La fragmentación de la oposición, incapaz de articular una alternativa sólida, y el dominio de Morena en el Congreso refuerzan su imagen de control. Sin embargo, esta luna de miel podría ser frágil. La persistencia de problemas estructurales en seguridad, salud y corrupción podría erosionar su capital político si no se acompaña de resultados visibles. Por ahora, Sheinbaum navega una paradoja: su popularidad se mantiene en las alturas, pero el desafío de convertir ese respaldo en una gestión aprobada sigue pendiente. El tiempo dirá si su carisma y el legado de la 4T bastarán para sostenerla frente a las expectativas de un país exigente.


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