¡Ay, caray! En este México de contrastes, donde el chile pica y los políticos muerden, parece que algunos gobernadores se han coronado como reyes absolutos. Rocío Nahle en Veracruz, Abelina López en Acapulco, Alejandro Armenta en Puebla, Layda Sansores en Campeche y Alfredo Ramírez Bedolla en Michoacán forman un club selecto de mandatarios que, al parecer, confunden la crítica con un pecado mortal. ¿Represión? ¿Procesos judiciales contra periodistas y ciudadanos que alzan la voz? ¡Puro folklore autoritario, dirían ellos!
Tomemos a Nahle, esa ingeniera convertida en gobernadora que, apenas calentando la silla en 2025, vio cómo detenían al reportero ‘Lafita León’ por supuestamente incitar al «terrorismo». Ella, con su sonrisa de «aquí no pasa nada», asegura que en Veracruz hay libertad de expresión «hasta con excesos». ¿Excesos? Como si criticar irregularidades fuera un lujo que no todos merecen. Mientras, en Acapulco, Abelina López obliga a un periodista de Acapulco Trends a disculparse públicamente 15 días seguidos por «violencia política de género» tras un reportaje sobre su gestión. ¡Órale! ¿Y la censura? «No, es solo defenderse de misóginos», dice ella, pero huele a tapabocas legal.
Armenta en Puebla, que en campaña juraba amor eterno a la libertad de prensa, ahora persigue judicialmente a Rodolfo Ruiz y su portal e-consulta con carpetas reactivadas de antaño. Mil ciudadanos firman peticiones en Change.org para que pare el acoso, pero el señor gobernador sigue como si nada. En Campeche, Layda Sansores acumula denuncias como trofeos: periodistas obligados a pedir perdón por «incitación al odio» o «violencia de género». Un juez hasta le prohibió a uno hablar de ella. ¡Qué delicada! Y Ramírez Bedolla en Michoacán reprime protestas estudiantiles de la Generación Z, con ejecuciones de críticos como el activista en Uruapan, y hostigamiento a grupos como el FNLS. ¿Seguridad? Más bien, silencio forzado.
¿Y por qué se sienten tan chingones para actuar así? Pues porque viven en la burbuja de la impunidad, amparados por un partido que domina el Congreso y las fiscalías. Creen que el poder es un cheque en blanco para aplastar disidencias, heredado de viejos vicios priistas que ahora visten de guinda. Pero ojo, señores gobernadores: el pueblo no es tonto, y las redes no perdonan. Si siguen así, pronto les saldrá el tiro por la culata. Respetemos su cargo, pero no su abuso. ¡Que viva la crítica, carajo!





























