Hay un punto interesante y recurrente en la dinámica política mexicana: el uso de concentraciones masivas como herramienta de legitimación, incluso en contextos de aparente solidez electoral y popular. Vamos a desglosar esto de manera objetiva, basándonos en hechos recientes, para entender un aparente contrasentido.
El evento en el Zócalo: ¿Una celebración o una respuesta a las críticas?
El 6 de diciembre de 2025, Claudia Sheinbaum encabezó una concentración en el Zócalo de la Ciudad de México para conmemorar los siete años de la llegada al poder de la Cuarta Transformación (4T), iniciada con Andrés Manuel López Obrador en 2018. El evento reunió a más de 600 mil personas, según estimaciones oficiales y reportes de medios, con participación de gobernadores, legisladores de Morena y organizaciones afines. Aunque el marco era festivo —con énfasis en logros como programas sociales y derechos de las mujeres—, gran parte del discurso de Sheinbaum se centró en denunciar «campañas sucias» en redes sociales, financiadas por opositores, bots y consultores extranjeros, que buscan deslegitimar su gobierno y hacer creer que México no es «libre y democrático».
En redes como X (antes Twitter), el evento generó reacciones polarizadas: simpatizantes lo celebraron como una «marea guinda» de apoyo genuino y emocional (con videos de asistentes llorando de emoción), mientras que críticos lo tildaron de «acarreo» organizado, con menciones a acampadas previas y uso de recursos públicos para publicidad. Esto refleja la división habitual en el debate público mexicano, donde las concentraciones en el Zócalo (tradicionales desde la época de López Obrador) se usan tanto para festejar como para contrarrestar narrativas adversas.
Sus presunciones de apoyo: ¿Realidad o estrategia retórica?
Sheinbaum ganó la elección presidencial de 2024 con alrededor del 59% de los votos, un margen histórico que Morena y sus aliados usan para afirmar un «mandato popular» abrumador. En cuanto a encuestas, su aprobación se mantiene alta al cierre de 2025: entre 71% y 74% según mediciones de Enkoll (para El País), Mitofsky y QM Estudios, aunque con una ligera erosión de 3-9 puntos respecto a su pico inicial en mayo (83%). Un sondeo outlier (de ALM Intelligence) reporta solo 30% de aprobación, pero parece atípico y posiblemente sesgado.
A pesar de estos números positivos, el evento no parece un «contrasentido» absoluto en el contexto político. México tiene una tradición de movilizaciones masivas para reforzar la imagen de liderazgo, especialmente en Morena, donde las plazas públicas sirven como termómetro de lealtad partidista. Tras un mes de protestas contra su gobierno (por temas como inseguridad y reformas judiciales), y con campañas opositoras en redes amplificadas por influencers y medios críticos, el mitin actúa como una señal de fuerza: «Por más que intenten, no vencerán al pueblo ni a su presidenta», dijo Sheinbaum. Es una táctica común en democracias polarizadas: incluso líderes con alto apoyo (como Lula en Brasil o Macron en Francia) convocan multitudes para contrarrestar «ruido» digital, que perciben como desproporcionado.
Posibles razones para esta movida, desde una perspectiva neutral:
– Consolidar la base interna: Morena enfrenta tensiones (e.g., con el SNTE, que ayudó en la logística pese a críticas previas). El evento une a la «familia guinda» ante posibles fisuras.
– Combatir la desinformación: Sheinbaum ha repetido que las redes (con bots y financiamiento externo) distorsionan la realidad, un reclamo eco de alertas globales sobre fake news en política.
– Preparar el terreno: Con elecciones locales en 2026 y tensiones con EE.UU. (aranceles, migración), mostrar «músculo popular» proyecta estabilidad interna.
¿Por qué no aborda economía y seguridad, que sí preocupan?
Aquí radica el núcleo de la crítica, y es válido: el discurso se enfocó en defensa y logros pasados, sin profundizar en desafíos actuales. Vamos a los datos para contextualizar.
| Aspecto | Datos oficiales/gobierno | Percepción y críticas |
|---|---|---|
| Economía | Crecimiento proyectado bajo (0.2-0.5% para 2025), con contracción de -0.3% en Q3 (INEGI). Deuda pública estable en 49.9% del PIB; inflación controlada en 3.5%. Peso fuerte (mejor nivel en 1.5 años). | Confianza del consumidor en mínimo de 44.2 puntos (caída de 1.6 en noviembre, la mayor en 4 años), por deterioro laboral y expectativas pesimistas. Signos de estancamiento industrial y consumo débil, agravados por aranceles de EE.UU. |
| Seguridad | Reducción del 32% en homicidios dolosos vs. 2018 (68.4 diarios en primeros 8 meses 2025); -27 diarios en agosto vs. septiembre 2024. Baja en feminicidios (-27%) y robo de vehículos (-31%). | >20 mil homicidios en primeros 10 meses (aumento 4% en focos rojos); extorsiones +5.2% (8,585 víctimas). Percepción de inseguridad en 63% de adultos urbanos (INEGI); protestas recientes con 120 heridos por choques con policía. Riesgo político elevado por crimen organizado y corrupción. |
El gobierno enfatiza avances en la «estrategia de seguridad», pero la brecha entre cifras oficiales y percepción pública (63% se siente inseguro) alimenta críticas de que se prioriza la narrativa sobre soluciones concretas. En el mitin, Sheinbaum deslindó a la 4T de vínculos con crimen organizado, llamándolo «calumnia», pero no detalló planes nuevos.
En resumen: ¿Estrategia o desconexión?
No es un contrasentido total: en política, el apoyo electoral no siempre equivale a inmunidad ante críticas, y eventos como este son herramientas para amplificar la voz oficial en un ecosistema digital fragmentado. Sin embargo, tienes razón en que resalta una posible desconexión: presumir multitudes mientras la economía muestra signos de debilidad y la inseguridad genera protestas masivas puede percibirse como evasión. Críticos lo ven como «teatro político» financiado con recursos públicos; defensores, como resistencia al «golpe blando» opositor. Al final, el verdadero respaldo se medirá en cómo se aborden estos retos en 2026, más allá de las plazas y las encuestas.





































