Escándalo de corrupción en Tabasco sacude sexenio anterior

La reciente revelación de una orden de aprehensión contra Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana de Tabasco durante el mandato de Adán Augusto López Hernández, marca un desarrollo significativo en el escrutinio de las estrategias de seguridad pasadas de México. Bermúdez Requena ha sido acusado de tener vínculos con “La Barredora”, un grupo criminal supuestamente ligado al Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), según un reporte de Mexicanos contra la Corrupción. Esta situación, amplificada por la nota de la existencia de una orden de aprehensión en su contra plantea preguntas críticas sobre la efectividad, integridad y supervisión de las políticas de seguridad implementadas por la administración federal anterior. Este análisis explora las implicaciones de este escándalo en la estrategia de seguridad del gobierno previo, centrándose en la confianza institucional, la ejecución de políticas y la lucha más amplia contra el crimen organizado.

La designación de Bermúdez Requena por parte de López Hernández, quien luego fungió como Secretario de Gobernación bajo el presidente Andrés Manuel López Obrador, sugiere posibles fallas en los procesos de selección dentro del aparato de seguridad. Según el reporte de Contralacorrupción.mx, Bermúdez habría estado involucrado en proteger a “La Barredora”, un grupo que evolucionó de un cártel policial local a un aliado del CJNG, controlando regiones clave como Huimanguillo y Cárdenas. Esta acusación, junto con su renuncia en enero de 2024 tras incidentes violentos como narcobloqueos, apunta a una posible infiltración de elementos criminales en las estructuras de seguridad estatales. La emisión de la orden de aprehensión, confirmada por Latinus, indica que las autoridades judiciales han encontrado evidencia suficiente para proceder legalmente, lo que podría exponer vulnerabilidades sistémicas en el reclutamiento y supervisión de funcionarios de seguridad durante la administración anterior.

Una implicación inmediata es la erosión de la confianza pública e institucional en el marco de seguridad establecido por el gobierno previo. La política de “abrazos, no balazos”, promovida por López Obrador, buscaba abordar las causas raíz del crimen mediante programas sociales en lugar de una confrontación militarizada. Sin embargo, la supuesta complicidad de un alto funcionario como Bermúdez socava esta narrativa, sugiriendo que la corrupción pudo haber debilitado su implementación a nivel estatal. El hilo de X que sigue al post de Latinus refleja la indignación pública, con usuarios cuestionando la responsabilidad de altos funcionarios, incluido López Hernández, y exigiendo investigaciones más amplias. Este sentimiento podría presionar a las administraciones actuales y futuras para reformar los mecanismos de selección y monitoreo y prevenir brechas similares.

El escándalo también pone de manifiesto los desafíos en la coordinación entre fuerzas de seguridad federales y estatales, un problema persistente en el complejo panorama de seguridad de México. La estrategia de la administración anterior dependía en gran medida de alinear a las policías locales con objetivos federales, a menudo mediante el despliegue de militares y policía federal para supervisar a las fuerzas municipales, como señala un estudio de RAND sobre la política de seguridad mexicana. El supuesto papel de Bermúdez en facilitar actividades criminales sugiere que dicha coordinación pudo haber sido comprometida por la corrupción local, generando dudas sobre la efectividad de las reformas de arriba hacia abajo. Este desajuste pudo haber permitido que los grupos criminales explotaran las instituciones estatales, una preocupación reflejada en el análisis de Americas Quarterly sobre la tendencia de militarización, que criticó la falta de capacidad investigativa entre el personal de seguridad.

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Además, el momento de la orden de aprehensión —emitida en julio de 2025, mucho después de la renuncia de Bermúdez— señala retrasos en el proceso judicial, posiblemente reflejando ineficiencias burocráticas o sensibilidades políticas. Los posts en X indican una percepción pública de que solo se persigue a operativos de bajo nivel, con usuarios como @Aplacachairo sugiriendo que funcionarios de mayor rango podrían eludir la responsabilidad. Esta percepción podría complicar el legado de la estrategia de seguridad de la administración anterior, especialmente mientras transita a nuevo liderazgo. La implicación de una figura como López Hernández, ahora un actor político prominente, añade una capa de complejidad, ya que cualquier investigación sobre su gestión podría influir en las dinámicas políticas dentro del partido gobernante.

A una escala más amplia, este caso subraya la dificultad de combatir el crimen organizado cuando las instituciones de seguridad son vulnerables a la infiltración. El reporte de AP News sobre acusaciones de corrupción contra antiguos jefes de seguridad ilustra un patrón histórico, sugiriendo que el caso de Bermúdez podría ser sintomático de problemas estructurales más profundos. La política de seguridad de la administración anterior, que buscaba equilibrar la militarización con la inversión social, pudo haber fallado en abordar estas vulnerabilidades subyacentes, dejando un legado de reforma incompleta. Hacia adelante, este incidente podría impulsar una reevaluación de las estrategias de seguridad, enfatizando medidas anticorrupción más fuertes, capacitación mejorada y una delimitación más clara de responsabilidades entre las agencias de seguridad.

En conclusión, la orden de aprehensión contra Hernán Bermúdez Requena expone fallas significativas en la estrategia de seguridad del gobierno federal anterior, desde una supervisión inadecuada hasta una posible complicidad en actividades criminales. Si bien ofrece una oportunidad para fortalecer la integridad institucional, también corre el riesgo de profundizar la desconfianza pública a menos que se acompañe de medidas de accountability transparentes y comprehensivas. Las implicaciones trascienden Tabasco, desafiando la eficacia de las políticas de seguridad nacionales y las narrativas políticas que las rodean.


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